Hugo frunció el ceño y bajó la mirada, como si apenas en ese momento lo notara. El oficial se les acercó con paso rápido, aún con la tensión del momento vibrando en el aire.
—¿Está herido? —preguntó con tono firme, ya evaluando la mancha roja.
—Estoy bien —respondió Hugo de inmediato, aunque Iris lo miró con una mezcla de incredulidad.
—Estás sangrando —dijo Iris, con voz más alta, tomando con suavidad su brazo.
Un hilo rojo manchaba la tela de su camisa, extendiéndose lentamente desde el hombro hacia el codo.
—Solo es un rasguño —repitió él, como si con eso bastara para convencerla.
El oficial miró a ambos por un momento, luego asintió y sacó una libreta.
—Antes de que lo lleven, necesito una declaración breve. Usted fue quien lo detuvo, ¿cierto?
—Sí —dijo Hugo, sin apartar la vista de Iris—. Me encargué de quitarle el arma antes de que pudiera herir a alguien más. Forzamos por unos segundos, hubo dos disparos, pero no creo que haya impactado a nadie directamente.
—Señor Barnard —dij