Tras decir aquellas palabras, Hugo la miró a los ojos. Y al ver en ellos la certeza que él también sentía, la besó. Era un beso suave, distinto a todos los que había experimentado anteriormente. Hugo la besaba como si por fin pudiera tocar algo que había estado deseando durante mucho tiempo, con una urgencia que la dejaba sin aliento. Luego se apartó un segundo mientras trataba de recuperar la respiración.
—¿Ahora ya soy tu mujer? —preguntó Iris, mirándolo con intensidad, sus labios ligeramente separados y los ojos brillando con un deseo que no podía ocultar, como si, en ese instante, todo lo que quisiera fuera estar más cerca de él.
Hugo pasó sus dedos por sus labios, sintiendo la calidez de ellos. Luego volvió a besarla, pero solo dejó pequeños besos mientras la sostenía cerca de él.
—No —respondió Hugo.
El corazón de Iris latía sin parar. No esperaba aquella respuesta.
—¿No…? —replicó Iris.
—Ahora somos nuestros —bromeó él, dándole otro beso—. No hay Hugo sin Iris.
—Me gusta cómo s