El viento azotó con más fuerza las ramas contra la ventana, y cada golpe parecía marcar el ritmo cruel del paso del tiempo. Serethia apenas podía respirar, mientras mantenía los puños apretados hasta que las uñas dejaron marcas en sus palmas. Su corazón latía con violencia, y una mezcla de rabia e incredulidad la consumía mientras miraba a Kaira suplicándole para que se vinculara con el rey Alfa.
Con quien la había rechazado, humillado y le había arrebatado cualquier esperanza.
—Si sabes lo que sucederá, ¿por qué quieres ahora que esté con él? —Serethia se incorporó, pero por la falta de uso, sus piernas temblaron y cayó de rodillas junto a la cama —. ¡Sabes que está unión está maldita!, ¿¡por qué!?
—Porque no puedo evitar amarlo —respondió con calma, pero sin atreverse a mirar a Serethia—. Ese fue mi error… y por él estoy pagando. Entregué la vida de mi hijo y la mía por la diosa Luna.
Miró a Serethia y apretó el pañuelo que tenía entre su mano con las pocas fuerzas que le quedaban,