Alec sonrió, travieso, y rozó con un dedo la comisura de su boca, tomándose su tiempo, bebiendo de sus suspiros entrecortados. Estaban tan cerca… y sus alientos se mezclaban mientras la música en sus oídos era ahogada por los latidos acelerados de su corazón junto a los de él. Y el deseo, asfixiante e intenso, la empezó a dominar de nuevo, quemándole la piel desde adentro.
Cansada de contenerse, Serethia lo agarró por el cuello y lo atrajo hacia sí, decidida a tomar lo que deseaba, sin un ápice de vergüenza por ello.
Sin embargo, antes de que sus labios pudieran tocarse, el timbre sonó; tan fuera de lugar, tan abruptamente e inoportuno, que la burbuja en la que ambos se encontraban se rompió.
Alec cerró los ojos un segundo, conteniendo un suspiro cargado de frustración. Serethia, en cambio, se apartó de inmediato, con las mejillas encendidas, y se quitó el audífono como si la música todavía la anclara a las sensaciones que antes la estaban dominando.
—Y-yo… —balbuceó, sin saber bien