El sonido del agua corriendo ambientaba la escena con suavidad. Alec lavaba los platos con expresión concentrada, tarareando de vez en cuando, como si olvidara que no estaba solo.
El silencio era cómodo, pero Serethia quería formar parte de ese momento. Deseaba que él la mirara y no volviera apartar sus ojos de ella.
Dudó por un instante, pero tomó suficiente valor para no arrepentirse de lo que haría; apretó los dedos contra el borde de su camisa, y dio un paso hacia él.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó, con voz baja, casi tímida.
Alec se giró de forma lenta y parpadeó, fingiendo confusión, como si no hubiera escuchado bien.
—¿Tú?, ¿ayudar? —repitió, fingiendo esta vez sorpresa—. ¿Alguna vez has tenido un plato en tus manos que no sea para comer?
La chica frunció los labios, en un gesto inconsciente, pero dio otro paso más cerca.
—No llegué a conocer más allá de quien llevaba mi comida o me ayudaba a vestir. Pero podría secar, al menos… No debe ser tan difícil.
—No —dijo, dándole un trapo