Serethia no dijo nada, solo lo miró de espaldas en silencio. Colocó un brazo sobre el mesón y apoyó la mejilla en este, sin soltar la taza caliente. Y por un momento, toda la vergüenza que sentía se esfumó, siendo reemplaza por una presión punzante en su pecho.
Alec actuaba como si la noche anterior no hubiese cambiado nada, pero para ella lo había cambiado todo. Había aceptado por voluntad propia, sin intervención de su instinto, aparearse con un humano.
Y no lamentaba hacerlo, aunque romper la regla pudiera costarle la vida.
Sin embargo, los licántropos no eran como los humanos; para ellos, los lazos no eran pasajeros, sino eternos. No compartían solo momentos efímeros con parejas pasajeras… contrario a los humanos superficiales y banales, que se involucraban con quien estuviera disponible.
Era consciente de que no podían tener un vínculo, pero no consideraba lo que había sucedido como algo sin importancia… ni siquiera después de su celo, aunque había intentado convencerse de ello.
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