—Lamento haberte...
Alguien hablaba, pero su voz le llegaba como un murmullo ahogado, mientras su atención estaba en otra parte, buscando desesperadamente cualquier cosa con la que defenderse.
Solo entonces notó el lugar: una habitación extraña, decorada con muebles de otro tiempo, donde incluso las lámparas parecían fuera de lugar. Sus ojos se detuvieron en una bandeja con una taza humeante sobre la mesita junto a la cama y, sin pensarlo, la tomó. La plata le quemó las palmas, pero no soltó la bandeja. Prefería luchar antes que ser sometida… antes de que la profecía se cumpliera.
Aunque sabía que, incluso en su mejor estado, vencer al rey Alfa habría sido casi imposible.
Y en ese momento su cuerpo apenas le respondía.
Él pareció sorprendido. Pero rápidamente le sujetó la muñeca y la alzó, girando su cuerpo en el aire. Serethia intentó soltarse, aunque no tenía fuerzas suficientes.
Siguió luchando, pero cayó sobre la cama, como una muñeca de trapo.
—Espera...
Ignorando el pedido, la