Una lagrima bajó por la mejilla pálida de Kaira, sabiendo que no lo haría; desde el regreso de Serethia la frecuencia de sus visitas habían disminuido hasta volverse casi inexistentes. Y cuando iba, todo era diferente; la forma en que la miraba, su tono de voz… ya no eran suaves y cálidas, si no vacías y carentes de emociones, como si ir a verla no fuera más que uno de sus deberes como rey.
—Sí, su alteza —dijo con dificultad, obligándose a hacer una reverencia.
Nunca antes se había visto forzada a hacerlo; con las princesas y otras damas de la corte sí, pero no con él. Que Kaelvar la hubiese liberado de forma implícita de ese protocolo, la hacía creer que la veía como su igual, porque la amaba.
Pero debió entenderlo antes; nunca le había pertenecido, solo había sido un reemplazo… y ya ni siquiera ese lugar podía ocupar.
Kaelvar escuchó la puerta cerrase y quiso otro trago de whisky, pero ahora en la habitación solo quedaba el que era lentamente absorbido por la alfombra.
Cerró los oj