Los cortesanos y sirvientes se apartaban a su paso, pegándose a las paredes, sin atreverse siquiera a llamar su atención con una reverencia. Todos sabían que, cuando el rey Alfa estaba de mal humor, cualquiera que osara llamar su atención se convertiría en blanco de su furia.
En momentos como ese, su aura era tan aplastante que el cuerpo les temblaba de manera instintiva, respondiendo al enojo de su rey Alfa. Incluso, algunas sirvientas de cámara debieron apoyarse contra los muros para no desfallecer.
Kaelvar no se detuvo, tampoco le importo que todos a su alrededor se vieran afectados por su molestia. Siguió los pasillos hasta llegar al Despacho Real. Al entrar, ni siquiera se molestó en cerrar la puerta tras de sí, sabiendo que todos evitarían cruzar por esa zona.
Se dirigió al aparador de bebidas y destapó una botella de whisky; se sirvió el líquido ámbar en un vaso y bebió el contenido de un solo trago. Después, volvió a servirse más, buscando apaciguar lo que lo carcomía por dent