La noche se había convertido en mi aliada y en mi enemiga. Mientras la manada dormía, yo permanecía despierta, atrapada en el laberinto de susurros y miradas que parecían esconder más de lo que dejaban ver. Algo en el aire había cambiado. La confianza que una vez creí inquebrantable ahora se resquebrajaba bajo la sombra de secretos y medias verdades.
Desde hacía días, las conversaciones se volvían fragmentadas, los rostros esquivos, y las miradas se desviaban apenas me acercaba. No podía permitirme ignorar esa sensación, esa punzada que me gritaba que algo se tramaba en la oscuridad, lejos de los ojos de la manada, lejos de Aiden.
Decidí que tenía que descubrir qué se ocultaba tras esos susurros, incluso si eso significaba desafiar las reglas no escritas de la manada. Mi instinto de supervivencia y mi amor por ellos me impulsaban a ir más allá, a arriesgar mi posición y mi seguridad.
Vestí con ropa oscura y silenciosa, dejando atrás la comodidad de mi refugio para adentrarme en los co