35

La noche había caído pesada sobre la manada, pero el aire entre Aiden y yo estaba aún más cargado, como una tormenta a punto de estallar. No podía seguir cargando con las dudas, con ese peso invisible que nos arrastraba a ambos hacia un abismo que prometía devorarnos.

Él evitaba mis preguntas. Lo notaba en cada silencio, en cada mirada que se desviaba. Y yo, con mi corazón apretado y mi mente al borde del colapso, sabía que el problema no era solo lo que yo sospechaba, sino todo lo que él aún no estaba dispuesto a decirme.

—¿Cuánto más vas a ocultarme, Aiden? —le pregunté, con la voz más firme de lo que me sentía por dentro—. Necesito saber la verdad. Ya no puedo vivir con las sombras entre nosotros.

Me miró, sus ojos oscuros centelleando con una mezcla de dolor y frustración, como si también luchara contra sus propios demonios.

—No todo está listo para que lo sepas, Luna. Hay cosas que te protegerán si no las conoces —su voz era un susurro que, lejos de tranquilizarme, quemaba.

—¿Protegerme? ¿O protegerte a ti? —mi pregunta salió más cortante de lo que pretendía, porque sabía que en esa respuesta se escondía una muralla que no podía derribar.

Sentí como si me dieran un golpe en el pecho. No era la primera vez que una promesa se tambaleaba entre nosotros, pero esta vez el suelo cedía más rápido y sin advertencia.

—Confía en mí —dijo, dando un paso hacia mí, intentando acortar la distancia que mi desconfianza había creado.

—¿Cómo? —exploté, apartándolo con una mano—. La confianza no se pide, Aiden. Se gana. Y tú no lo estás haciendo.

Su expresión cambió a una mezcla de furia contenida y desesperación. Era como si llevara siglos luchando contra un destino del que no podía escapar.

—¿Entonces qué quieres que haga? ¿Que te abra mi alma y mis secretos más oscuros? ¿Crees que no lo he intentado?

Las palabras nos golpearon a ambos con fuerza. Era la verdad enterrada que nos partía por dentro. Yo también cargaba miedos, los míos eran el miedo al abandono, al que me había acostumbrado demasiado pronto y que ahora se alimentaba de sus silencios.

—No sé si puedo seguir así —confesé, la voz quebrada—. Necesito más que promesas vacías. Necesito que seas real conmigo.

El silencio se apoderó del cuarto, solo roto por el latido acelerado de nuestros corazones. En ese instante supe que estábamos en una encrucijada, que nuestra conexión sería puesta a prueba como nunca antes.

—Luna… —comenzó, pero su voz se rompió, incapaz de continuar.

Entonces, las lágrimas que había estado reprimiendo comenzaron a rodar por mis mejillas. No era solo tristeza, era la herida abierta de un amor que sangraba por la falta de verdad.

—¿Sabes qué? —dije, con una mezcla de rabia y dolor—. El amor no es suficiente cuando la confianza se quiebra.

Me giré, dejando atrás su mirada suplicante y la noche que ahora parecía aún más fría. Sabía que esa pelea no era el final, pero también sabía que sin verdad, sin transparencia, el abismo crecería hasta tragarnos a los dos.

Sentí el frío de la habitación mucho más intenso ahora que me había dado la espalda, dejando a Aiden sin respuesta y a mí atrapada en una tormenta interna que amenazaba con derrumbar todo lo que habíamos construido. Caminé hacia la ventana, buscando en la oscuridad algo que me anclara, pero lo único que encontré fue el reflejo de mis propios ojos hinchados.

Las dudas no me abandonaban. ¿Cuánto tiempo más podía sostener la esperanza de que él confiara en mí? ¿Cuánto más resistiría mi corazón esta incertidumbre que se filtraba como veneno?

Aiden no tardó en acercarse, su presencia imponente se sentía como un imán y un tormento a la vez. Sus pasos resonaban con urgencia, y antes de que pudiera dar un paso atrás, sus manos sujetaron mis muñecas con una firmeza desesperada.

—Luna, por favor —su voz quebrada—. No quiero perderte. No puedo imaginar una vida sin ti.

El calor de su piel contra la mía me quemaba, pero las palabras, aunque sinceras, parecían deslizarse entre mis dedos como agua. ¿Cómo podía estar segura? ¿Cómo podía no temer que esta vez, el peso de sus secretos nos aplastara para siempre?

Lo miré a los ojos, buscando esa chispa de verdad que necesitaba como aire para respirar.

—Entonces, demuéstralo —susurré—. Ábrete, déjame entrar. No puedo seguir luchando sola.

Por un instante, sus ojos se abrieron más, como si estuviera decidiendo si rendirse o seguir protegiéndose con muros invisibles. Finalmente, su voz bajó, firme y sincera.

—Te lo prometo, Luna. Nada más quedará oculto. Pero necesito tiempo para confiar en que estás preparada para todo.

Suspiré, sintiendo que una pequeña grieta de esperanza se abría entre nosotros. No era el final de la batalla, pero sí un comienzo para reconstruir lo que el miedo había amenazado con destruir.

Nos quedamos así, en silencio, aferrándonos a esa promesa tenue que quizás, solo quizás, podría salvarnos.

Pero en mi interior, sabía que el camino sería largo y que el amor, aunque poderoso, no sería suficiente sin la verdad que ahora ambos debíamos enfrentar.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP