Capítulo 90

La niebla de la madrugada levantó un velo gris sobre el Santuario cuando llegaron las primeras noticias: Solvar y su grupo habían regresado antes del alba con los cofres y el rumor de que habían encontrado a Eramin, pero que no había sido captura ni confesión sencilla. Había sido un encuentro con palabras a medias, promesas rotas y un gesto final que abría más puertas que cerraba.

Kaeli esperaba junto a la piedra central. Daryan salió de la penumbra con la mirada dura y las manos teñidas de arcilla por los sellos que habían revisado la noche anterior.

—¿Qué dicen? —preguntó ella sin rodeos.

—Eramin no está solo —respondió Daryan—. Su sobrino sirvió de cebo. Encontramos un taller y pruebas, pero Eramin se marchó una hora antes; dejó un mensaje escrito con tinta invisible para que solo Lyara la hiciera visible. Dice que no es el cerebro, que sólo cumplía órdenes que venían con un sello mayor y una firma que nadie pronuncia en voz alta.

Kaeli sintió una presión en la garganta. —¿Qué firm
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