El sol avanzaba lento sobre el dosel del bosque cuando la caravana retomó su marcha. El aire olía a resina y a tierra fresca, como un suspiro que el bosque exhala antes de revelar sus secretos más oscuros. Kaeli montaba junto a Daryan en un brioso caballo gris ceniza, y la brida tensa marcaba el pulso acelerado de ambos. Aun con la victoria en el Vado del Olvido y el juramento sellado bajo el canto de la loba blanca, algo en su interior le susurraba que la verdadera prueba aún estaba por llegar.
—¿Crees que encontraremos el Nabel de las Raíces pronto? —susurró Kaeli, moviendo el caballo para alinearse con la senda central.
Daryan asintió, casi sin apartar la mirada del frente.
—El mapa habla de un claro hundido, donde las raíces del primer pacto germinaron. Desde allí, la sombra robó susurros y memorias. Pero no está lejos: apenas dos etapas de viaje, si la senda no se retuerce.
Selin avanzó desde una carreta lateral, su rostro pálido tras la vigilia nocturna.
—Yo… todavía siento el