No importaba lo mucho que el sol nos quemaba la piel. Podía sentir cómo ardía en mi nuca, en los brazos, pero nada de eso tenía importancia. Después de todo lo que había pasado, después de tanto tiempo pensando que estaba muerto, abrazar a mi padre y sentir que aún estaba vivo me devolvió una paz que jamás pensé volver a sentir. No podía creerlo del todo; una parte de mí seguía esperando despertar en la habitación de Dean y descubrir que todo era un sueño extraño. Pero no lo era. Él estaba ahí. Había vuelto por mí. Mi padre.
—Cariño… —murmuró, con la voz ronca, carraspeando un poco, quizá por la emoción, quizá por el cansancio—. Si me aprietas un poco más me vas a dejar sin aire.
Aflojé apenas el abrazo, pero no lo solté.
—Lo siento —dije, riendo entre lágrimas—. Es solo que… pensé que no volvería a verte. Bonnie dijo que había sangre en tu despacho. ¿Cómo lograste escapar?
Se apartó un poco para poder mirarme mejor, sus ojos cansados pero vivos clavados en los míos.
—Al parecer, no t