Antes de que pudiera ordenar todas esas sensaciones, caí en cuenta de algo aún peor: no lo había pensado únicamente para mí.
Lo había dicho.
En voz alta.
Derek sonrió, esta vez más amplio, como si acabara de confirmar algo que ya intuía.
—Lo eres —aseguró, con esa tranquilidad que solo tienen las personas que escuchan más allá de las palabras—. Ahora… si no bajas conmigo a la hoguera, mamá va a pensar que la he liado. ¿Te gustaría unirte a nosotros?
Me miró con los ojos muy abiertos, casi suplicantes, como un niño que teme una travesura y quiere compañía para no enfrentarse solo a las consecuencias. Había algo en él, algo que hacía difícil decirle que no.
Lo pensé unos minutos. No porque no quisiera estar con ellos, sino porque significaba salir de la habitación… y verlo a él.
A Dean.
Justo ahora, cuando llevaba horas intentando mantenerlo a raya, como si crear distancia física pudiera ordenar, aunque fuera un poco el desastre emocional que llevaba dentro.
Pero sabía que no podía e