55• Sólo para mí.

Al verla de cerca, entendí de inmediato de dónde provenía esa presencia imponente que tenían Dean y Daryl. Ella era la combinación perfecta de ambos: la misma mirada verde e intensa, esa serenidad que parecía envolverlo todo, y un porte que no necesitaba esfuerzo para imponerse.

La señora era impecable. Su cabello negro como el azabache caía liso y largo, recordando a la melena de Cher; era alta, esbelta y se movía con una elegancia tan natural que hacía imposible no mirarla. La edad parecía haber pasado por ella con una delicadeza casi injusta, dejándole sólo más clase, más carácter.

Entonces miró a su hijo, arqueando una ceja con picardía.

—Dean… ¿de dónde has sacado a esta preciosura? —preguntó, claramente divertida.

Dean me miró justo en ese instante, y no pude evitar sostenerle la mirada, desafiándolo a que dijera la verdad. Pero lo que salió de su boca me dejó helada.

—Es mi mujer, madre.

Solté una risa incrédula, breve y amarga. ¿Su mujer? ¿Cómo podía decir algo así con tanta s
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