35• Aún no estás embarazada.
Después de la cena, en la que solo estuvimos Dean y yo —porque Mia había pedido que le llevaran la suya a la habitación y no salió en todo el día—, me encerré en el baño. La noche había sido tensa, silenciosa, como si el aire entre nosotros se hubiera vuelto pesado y hostil. Dean no dijo nada más después de nuestro enfrentamiento, y yo tampoco quise romper ese silencio incómodo. Solo comimos así, cada uno perdido en sus propios pensamientos, mirando a cualquier lado menos al otro, como si el simple hecho de sostener la mirada fuera demasiado.
Me apoyé en el lavamanos, respirando hondo mientras el vapor cálido de la ducha aún empañaba el espejo.
Mi reflejo me devolvió una versión cansada de mí misma: ojos tensos, labios apretados, el eco de una niña que pasó años aprendiendo a callar…
Pero ya no era una niña.
Era una mujer, una que había aprendido —a la fuerza— cómo hablar y cómo sostenerse de pie incluso cuando el mundo parecía querer doblarla.
Lentamente, levanté la mano y toqué la p