La cafetería estaba medio vacía, apenas un par de mesas ocupadas. Me apoyé en el mesón y pedí lo de siempre.
—¿Un pastel de crema de fresa para llevar? —preguntó la chica con una sonrisa cómplice, envolviendo el pedido.
Asentí, dejando un billete sobre la barra.
—Otra vez para su novia —comentó, canturreando.
No respondí. Solo hice un gesto de “algo así” y tomé la caja. El sonido de mi moto rugiendo afuera fue suficiente para cortar cualquier charla.
El trayecto fue rápido, como si mis manos supieran el camino de memoria. Frené frente a la tienda de