GAEL
Habían pasado varios días desde la última vez que la vi.
Días en los que no podía sacarla de mi cabeza.
Sus ojos, su risa, la forma en que decía mi nombre con esa voz suave y peligrosa a la vez.
Cada maldito segundo que pasaba sin ella me pesaba.
Por eso decidí hacerlo.
Dar el siguiente paso.
Respiré hondo y caminé hacia la oficina de Lia.
Ella estaba revisando unos informes, concentrada, cuando toqué la puerta.
—Lia.
Levantó la vista, sonrió apenas.
—Gael, dime.
—Vengo a hablar de Anna.
Su sonrisa se ladeó un poco, con esa mezcla de curiosidad y cautela.
—¿Qué hizo esa niña ahora?
—Nada malo —respondí, sintiendo cómo me temblaban los dedos—.
Estoy… interesado en ella. Llevamos años trabajando juntos, y tú sabes que tú y Lena son como mi familia.
Por eso quise venir a hablar contigo antes.
Voy a pedirle a Anna que sea formalmente mi novia.
Lia apoyó los codos sobre el escritorio y me miró fijamente.
—¿Estás seguro, Gael? —preguntó con tono suave—. Es una mujer muy atarantada.
Son