Emma recibió una descabellada propuesta de parte de su jefe, que debía casarse con su hijo descarriado, Nicolas Russell. Este deberá hacerlo antes de los 30 años o perderá su herencia y todo el patrimonio que le había heredado su abuelo, pero no estará dispuesto a perder su libertad y menos por una "insufrible" mujer como Emma Benedict. Ella pensaba que seis meses no serían tan difíciles al lado de Nicolas, pero él tenía un plan, y era hacerle la vida imposible a su esposa falsa, para que se arrepintiera de haberse atrevido a aceptar esa propuesta. —¿Se te perdió algo? —preguntó ella con una sonrisa triunfal, al notar su descarada mirada recorrerla de arriba a abajo. Nicolas carraspeó incómodo, sacudiendo la cabeza con falsa efusividad. —¿A mí? Para nada —sus facciones se endurecieron de nuevo—. ¿Crees que provocas algo en mí? Ya te dije que me das asco, Emma. Ella sonrió ante sus palabras, alzó la barbilla y se acercó lo suficiente para quedar cerca de sus labios, notando que su "esposito" tragaba saliva de manera incómoda y nerviosa. —Vamos, ¿a quién quieres engañar? Se te cae la baba solo con verme, Nick.
Leer másUna esposa para su hijo
Era un día casi normal en la oficina donde era asistente del señor Patrick Russell, magnate empresario con más de treinta años de experiencia y el hombre más bondadoso que había conocido jamás. Y dije casi, porque había llegado tarde por culpa de mi maldito despertador. Mi jefe era un hombre cabal y serio, a diferencia de su quejumbroso hijo, un chiquillo mimado que sería el futuro presidente y dueño de las empresas Blomkamp C.A, una a la que daba por perdida en manos de semejante ser insufrible. En fin, esperaba tener el dinero suficiente ahorrado, porque estaba segura que una vez que Nicolas tomara el mando, me mandaría de patitas a la calle, sólo por un tonto accidente que no era capaz de olvidar. Estaba revisando unos papeles importantes para entregarle a mi jefe, cuando recibí un llamado urgente a su oficina. —¿Me llamaba, señor Russell? —entré con carpetas en mano, por si acaso íbamos a hablar de la junta de las 3pm. —Sí, señorita Benedict. Siéntese favor —señaló la silla delante de su escritorio. —Usted me dirá —me senté obediente, mirando sus pronunciadas ojeras— ¿Está todo bien? —No lo está, señorita —soltó un suspiro cansado, masajeando sus sienes— Necesito que me haga un favor. —¿Un favor? ¿Cuál? —Señorita Benedict… —me miró fijamente a los ojos— ¿se casaría usted con mi hijo? Fruncí el ceño, pensando que había oído mal. —Perdón, ¿qué? ¿Qué quiere decir? —sacudí la cabeza, tratando de entender. —Necesito una esposa para mi hijo y quién mejor que usted para serlo. Usted sería la esposa perfecta para Nicolas —dijo con una seguridad que me abrumó. ¿Qué? ¿Y me lo dice así, sin anestesia? Además, ¿yo, esposa de su hijo? —¿Yo, la esposa perfecta? ¿Y para su hijo? —negué repetidas veces, esto no podía ser cierto. —Exactamente. No sé si conoce a mi hijo, una vez vino a reemplazarme, ¿lo ha visto? —juntó sus dedos, mirándome por encima de sus anteojos. Entonces, así como un boomerang, el recuerdo de aquel día llegó a mí, golpeando mi mente: Llevaba el café para mi jefe, Marian había dicho que no podría estar por motivos personales y que su hijo lo reemplazaría. Había tocado ya la puerta y ya estaba dentro de la oficina. Él se encontraba sentado en su silla giratoria, a espaldas mías. —Buenos días, señor —me fui acercando lentamente al escritorio y justo cuando él volteó, tropecé en la pata de la mesa. El café que tenía en las manos se desplomó por los aires y cayó justo en el torso del adorado hijo de mi jefe. —¿Qué te pasa? ¿Estás ciega o qué? —gritó molesto él, poniéndose en pie. —Yo... perdón, déjeme ayudarlo. Traté de acercarme, pero él me empujó. —¡Quítate! Eres una inútil, no entiendo cómo puede mi padre contratar a gente que sólo sirve para nada. ¡Estás despedida! —¿Qué? —exclamé molesta—. No puede hacer eso. Usted no fue quien me contrató, fue su padre. —¡Mi padre va a despedirte en cuanto le diga lo que hiciste! —me señaló con su dedo. —Vaya, no sabía que era un niño mimado, un hijo de papi —me burlé. —¡Váyase! ¡Fuera de mi vista, ahora! —Sí, como usted diga, señor —lo miré de reojo y hablé sarcásticamente. Por último, hice una seña de militar y salí de allí. —Señorita, ¿se encuentra bien? —habla mi jefe, volviéndome a la realidad, el presente. Alcé una ceja. —Eh… no, digo sí. —Bien, ¿lo pensó? —parecía ansioso. ¿Acaso pensaba que esto era normal? —¿Es una broma, verdad? —sonreí, tratando de relajarme y me alisté para botar todo el aire que había acumulado en mis pulmones cuando mi jefe dijera que sí, que todo se trataba de una broma. Pero mi sonrisa se desvaneció cuando su expresión era seriedad pura y negaba con la cabeza. —Tómelo como parte de su trabajo. Usted se casa con Nicolas, y a cambio recibe sueldo extra, solo sería por seis meses. Por favor señorita, es un caso de vida o muerte —dijo suplicante. Fruncí el ceño en confusión, es que no podía ser cierto. —¿A qué se refiere con eso? —Bueno, en este caso, si mi hijo no se casa antes de cumplir los treinta años, que para eso faltan solo catorce días, lo perderemos todo —suspiró. Lo observé intrigada, pidiéndole que continúe y así lo hizo. —Mi padre quería ver casado a mi hijo y murió antes de eso, por lo cual no se le ocurrió mejor idea que dejar esa condición para heredarlo. Señorita Emma, tiene que ayudarnos. Le doy lo que pida, pero ayúdenos —a estas alturas se oía desesperado. Esa sí que era una oferta muy tentadora, pero a un muy alto precio. —Siento lo de su padre, pero, ¿por qué yó? ¿Por qué no cualquier otra chica? Marian, por ejemplo, es una chica guapa. —¿Marian? ¿En serio? No confíe tanto en las personas, el día menos pensado la pueden apuñalar por la espalda —dice serio. —¿Entonces por qué confía tanto en mí? Yo también podría apuñalarlo por la espalda, acaso no se da cuenta? —me crucé de brazos. Bueno, no es lo que haría, pero, ¿por qué me pasan estas cosas a mí? —¿Por qué yo? —volví a preguntar. —Porque la conozco y sé que nadie sería mejor que usted. Bueno, en eso sí tenía razón. ¿Quién sería mejor que yo? Digo, confiarme esto, no cualquiera lo haría, ¿no? —El que haya sido sincera, sabiendo que su trabajo estaba en riesgo, me demuestra que es una buena persona, la esposa perfecta que busco para mi hijo —me alabó con una sonrisa. Claro, y es que decirle una vez que había llegado tarde al trabajo por haberme quedado dormida al creer que era domingo, me hacía muy confiable… —¿Solo por eso? —Quiero decir, sé que no nos delataría. ¿Qué diría el tal Nicolas de todo esto? De seguro pegaría el grito al cielo al ver que la chica que, por casualidad le tiró café encima y a la que después trató mal, sería su esposa. Lo pensé y no podía creer que lo estuviera pensando, ¿qué clase de loca era? ¡Já! Pero moría por ver la cara que ponía el nene de papi. No sería mala idea darle un par de lecciones al niño ese, ¿no? A parte que sólo sería por 6 meses, ¿qué podría salir mal? ¡Al diablo! Me casaría con él. —Bien, acepto. Me caso con su ne... hijo.EmmaDesde que volvimos de Cancún, el silencio parecía haberse instalado entre nosotros como una sombra. Nick estaba algo distante, y aunque intentaba actuar como si todo estuviera bien, yo sabía que algo no lo estaba. Lo sentía en cada gesto, en cada palabra no dicha, y todo comenzó con esa maldita visita al hospital.Habíamos llegado al hospital en silencio, escoltados por los guardaespaldas, quienes nos seguían como sombras. No había intercambio de palabras entre Nick y yo, solo un aire tenso que no se podía ignorar. Cuando el ascensor se detuvo en el piso de Karen, él me dejó pasar primero, un gesto que normalmente habría considerado caballeroso, pero que en ese momento solo me hizo sentir más distante de él.Al llegar a la habitación, me detuve en seco. La puerta estaba apenas entreabierta, y pude ver a Karen recostada en la cama, su rostro estaba pálido pero con una expresión serena. Sentí una punzada de celos, un ardor que me quemaba por dentro. Sabía que no tenía derecho a
Era como si mi dolor lo afectara de una manera que no podía ocultar, y esa preocupación genuina en sus ojos me conmovió profundamente. Por un instante, pensé que lo que me ocultaba debía ser algo realmente grave, algo que no se atrevía a compartir conmigo.Mi voz tembló al salir, pero logré articular las palabras que tenía enterradas en mi pecho:—Yo también estoy enamorada de ti, Nick.Sus ojos se iluminaron, brillando con un entusiasmo que hacía tanto que no veía en él. Se inclinó hacia mí, atrapando mis labios en un beso. Fue un beso suave al principio, lleno de amor y ternura, pero pronto se volvió más urgente, más desesperado. Cada beso venía acompañado de un susurro, un “te amo” repetido una y otra vez, como si esas palabras pudieran sellar la promesa que nos hacíamos en ese momento.Lo besé con la misma intensidad, sintiendo cómo sus manos comenzaban a deslizarse por mi cuerpo, acariciándome con una mezcla de devoción y deseo. Era como si estuviéramos tratando de reafirmar l
Después de hacer el amor, el aire en la habitación se sentía espeso, casi sofocante. Me acurruqué contra Nick, intentando encontrar consuelo en su calor, pero no podía evitar sentirme diminuta, insignificante, como si la intensidad de lo que acabábamos de compartir me abrumara por completo. No era solo el acto físico lo que me hacía sentir así; era todo lo que había dicho, todo lo que había dejado implícito con sus palabras, y lo que no había dicho, lo que aún ocultaba.No sabía cómo responder a lo que él había confesado, había sido un torrente de emociones, y yo estaba paralizada por el miedo. No quería que pensara que no correspondía a sus sentimientos, porque lo hacía. Estaba enamorada de él, profundamente. Pero el temor, ese miedo corrosivo que se arrastraba en mi interior, me impedía entregarme por completo. Había tantas mentiras entre nosotros, tantos misterios que nunca se resolvieron. Me aterraba la idea de que todo esto no fuera real, que Nick solo estuviera representando
Mi frente estaba sudorosa cuando me apoyé sobre los codos, viendo cómo Nick se subía encima de mí. Me besó de nuevo, y pude probar mi propio sabor en sus labios, lo que me hizo estremecer aún más. Aplastó su cuerpo contra el mío, mis pezones rozando su pecho enviaron otra oleada de placer a través de mí columna vertebral.Nick estaba frente a mí con su frente pegada a la mía, su mirada era tan intensa que parecía penetrar en lo más profundo de mi ser.—¿Estás lista? —preguntó, su voz era un susurro cargado de ternura y anticipación.A punto de darle un golpe en el brazo para mostrar mi impaciencia, no pude evitar soltar una risa nerviosa. A pesar de mi intención, le dije con una sonrisa juguetona:—Si no lo haces ahora, lo vas a lamentar.Nick soltó una risa baja, una que resonó con la misma calidez que sus manos al deslizarse por mi cintura. Besó la punta de mi nariz con un gesto de ternura que hizo que mi corazón latiera con más fuerza.—Entonces, vamos —murmuró, y lentamente comen
El beso seguía siendo intenso, y nuestros instintos más salvajes estaban saliendo a flote, sentía que lentamente nos arrastraba a un abismo de locura y deseo sin fin. No quería parar, me sentía urgente, desesperada, completamente urgida por tenerlo entre mis piernas llenándome con su virilidad y haciéndome gemir y jadear en voz alta con desesperación.Nick me giró hasta dejarme de espaldas, comenzando a besar mi hombro y a meter sus manos por debajo de mi blusa, tocando mis pechos.El recuerdo de la vez pasada me golpeó con fuerza y me quedé paralizada, volviéndome hacia él con actitud retadora.—Si no vas a continuar, mejor vete ahora mismo —dije con tono de reproche, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.—Te deseo como nunca —replicó Nick con voz ronca. — Quiero hacerte el amor, hacerte mía, pero voy a seguir solo si tú quieres.Resoplé, y él rió bajito, soltando un jadeo cuando apreté su miembro viril en un puño que lo hizo gemir de dolor.—Digo la verdad, cariño —dijo con voz ah
—Nada importante—murmuré, tratando de ocultar el dolor en mi voz. — Solo fui a caminar.Nick continuó limpiando mi herida, con su rostro cerca del mío. Sus ojos, que solían ser fríos y distantes, ahora mostraban una preocupación genuina que me confundía. No sabía si confiar en esta faceta de él o seguir guardando mi resentimiento.—¿Quién era ella? —aunque traté de sonar casual, mi voz salió aguda, más chillona de lo normal.La expresión de Nick cambió completamente y me miró con ojos muy abiertos cargados de pánico. Me mantuve impertérrita mirándolo a los ojos, aunque tenía ganas de salir corriendo en ese momento.Si él tomaba esa actitud era porque en verdad estaba haciendo algo malo. Sentía que mi corazón se resquebrajaba dentro de mi pecho.—Emma —dijo suavemente, levantando la vista para encontrarse con mis ojos. — Siento que hayas tenido que ver eso.Tragué saliva, sintiendo un nudo en la garganta.—Claro, seguramente es agradable ver como tu esposo te monta los cuernos frente
Último capítulo