Ania suspiró, sabiendo muy bien que ya había perdido esta batalla, arrugó el entrecejo e intentó verse severa, pero cuando los miró a los dos y notó que ambos, padre e hijo, prácticamente hacían un puchero, ella no lo pudo soportar, una sonrisa se le escapó y no pudo más que asentir.
— Sí, está bien, pero solo recorreremos los sitios más importantes… No quiero que Elián se canse mucho. — Advirtió Ania intentando verse sería aunque le era imposible no sonreír.
— ¡Sí! — Saltaron Liam y Elián chocando las cinco entre ellos.
Ania los observó perpleja, ¿Cómo era posible que dos personas que nunca convivieron juntas, se parecieran tanto, hasta el punto de hacer los mismos gestos y movimientos?
— Hay que ver qué es cierto que la sangre es más espesa que el agua, es increíble el poder de la genética… — Murmuró Ania volviendo a su tarea de recoger la ropa.
— ¿Qué dijiste? — Preguntó Liam, extrañado.
— Nada.
Los tres salieron del hospital, el chófer ya los esperaba con una lujosa limusi