Los tres se marcharon juntos y llegaron a la mansión Carter, aquel lugar que Ania no había pisado desde que tuvo ese horrible accidente en las escaleras y que solo recordarlo le producía un escalofrío.
Pero Liam tenía razón, mientras Elián se recuperaba, no era bueno tenerlo en un hotel; comprar una casa, equiparla y conseguir personal tomaría tiempo.
Elián necesitaba una dieta especial y cuidados, aún tenía que asistir a citas seguidas de chequeos, por lo que, lo ideal era que el niño se hospedara en un lugar tranquilo y con todas las comodidades dentro de la ciudad, para no hacerlo viajar constantemente.
— ¡Wow, papá! ¡¿Esta es tu casa?! — Voceo Elián, sorprendido con la imponente mansión, que era aún más grande que la gran casa de la difunta señora Gil.
— Así es hijo y ahora también es tuya… De ustedes. — Agregó Liam, observando a Ania con nostalgia, al tiempo que ella volteaba la mirada, evitándolo. — Entremos…
Las puertas de la imponente mansión Carter se abrieron y dos hile