En medio de la enorme habitación, Ania se aferraba con fuerza al pecho de Liam, al tiempo que las lágrimas se resbalaban lentamente por sus mejillas.
Ese diario que él le había entregado, era lo más hermoso y honesto que ella hubiera visto, era la verdad dentro del corazón de Liam.
Él la apretó, la calidez de su cuerpo la envolvía, ambos se mantuvieron aferrados al otro por un momento, como si el tiempo se hubiese detenido.
Hasta que Liam soltó sus brazos lentamente, deslizando las manos hacia el rostro de Ania, y mientras la veía a los ojos, con mucho cuidado, él le limpió las lágrimas.
Ella apenas pudo sonreír tenuemente ante el dulce gesto de su esposo, sintiendo como su corazón se detenía.
Afuera, ya la ciudad dormía, pero adentro de esa habitación, el mundo de ellos dos, comenzaba a despertar.
Ambos se miraban fijamente, las manos de Liam volvieron a bajar lentamente por el cuerpo de ella, como si él dibujara su silueta.
Ania levantó los brazos rodeando el cuello de Liam,