La mujer abrió la puerta de una habitación enorme y muy limpia, con muebles básicos y baño propio, ese sería su nuevo hogar, sopesó ella acariciando una vez más su vientre.
Y dentro de poco, tendría que instalar una cuna allí.
— Bueno, señora, la dejo para que se instale y descanse… Comienza mañana. — La mujer se inclinó levemente y se retiró, cerrando la puerta de la habitación.
Ania miró alrededor, su pequeña maleta estaba sobre la cama, ella suspiró pensando en que primero tenía que comprar algo de ropa.
Luego, al voltear hacia un lado, Ania se encontró con un espejo de cuerpo completo instalado en una de las paredes, ella se acercó detallando su imagen, pues hacía algún tiempo que no se veía a sí misma con cuidado.
Su piel, lucia pálida y sin brillo, su cuerpo estaba más delgado, excepto por el pequeño bultito que crecía en su vientre, su rostro se notaba cansado, demacrado y ojeroso, su rubio cabello estaba opaco y sus ojos azules, que nunca antes habían perdido su brillo,