Accedí casarme con el hombre más poderoso, millonario e influyente del mundo empresarial arquitectónico, para salvar de la quiebra a mi familia. Ocho meses después estoy esperando un hijo suyo, sin saber que un día mi hermanastra y él me traicionarían. Ellos me arrebataron todo, mi vida, mis sueños y mi hijo. Cuatro años después… estoy de vuelta. —Digas lo que digas, sigues siendo mía. —Es una lástima que vivas en el pasado, porque ¡vine a recuperar a mi hijo!
Leer másMELODY
Estoy viviendo una pesadilla, me niego a aceptar esta nueva realidad que me golpea y que me arrasa como un maremoto en plena calma, irrumpiendo todo a su paso, el tiempo se detiene mientras intento procesar lo que me acaba de decir Roman, mi marido.
—¿Estás escuchando? —sus ojos son fríos y su actitud distante, como en los últimos ocho meses.
Las palabras no brotan de mi garganta, me congelo, el cuerpo se me adormece y siento que el aire comprime mis pulmones.
«Esto debe ser un sueño, no es real» trato de convencerme, sin embargo, la mirada de Roman me da el golpe final. Es un hombre apuesto, es uno de los mejores arquitectos del país, tiene su propia empresa mobiliaria y ha logrado mucho en tan poco tiempo. Alto, delgado, pero fornido, su porte elegante y letal le da una pizca de poderío que termina intimidando a los demás. Su cabello oscuro y sus ojos azul eléctrico, todo en el perfecto para mis ojos, es una lástima que yo no sea suficiente para él.
—Malody —vuelve a llamarme y doy un respingo con el tono arisco que emplea.
—Yo… no sé qué decir… esto es una broma de mal gusto —coloco la palma de mi mano sobre mi redondo vientre, tratando de calmarme.
—No es una broma —Roman tensa el cuerpo—. ¡Ya no te amo! La verdad es que nunca lo hice.
Las piernas me flaquean, estoy rompiéndome en mil pedazos y a él ni siquiera le importa que tenga ocho meses de embarazo, al parecer, el que esté esperando un hijo suyo, no es su prioridad en estos momentos.
—No me veas con esos ojos de cachorro, Melody —apunta—. ¡Sabes tan bien como yo, que prácticamente te vendieron al mejor postor, tuve la mala suerte y por eso eres mi esposa, no porque yo quisiera, me gustaras o te amara!
Sus palabras me cortan el alma como filoso cuchillo sobre una superficie delgada. Lo que dice es verdad, hace un año, la empresa de mis padres entró en quiebra, los acreedores los tenían acorralados, los abogados los tenían hasta el cuello con las demandas, no sé qué es lo que pensaron en el momento en el que decidieron dejarme a mí y a mi hermanastra Emilia, pero ambos se suicidaron al mismo tiempo.
Solo subieron al último piso de la empresa y agarrados de la mano se lanzaron al vacío, creyendo que de esa manera ellos iban a acabar con todo. Lo único que no funcionó en su táctica suicida, fue que las deudas seguirían, que la empresa se estaba hundiendo como el Titanic y que tenían dos hijas a las que ahora perseguían.
Nuestro tío; Hiero Clifford, socio mayoritario y hermano de papá, trató de poner las cosas en orden, dio la cara ante los medios de comunicación e incluso pidió un préstamo al banco, al final, nada dio resultados, estábamos en el punto de quiebre y no había nada que hacer, hasta que un día llegó y nos dijo a mi hermana y a mí, que una de nosotras se casaría con Roman Leblanc, Emilia refunfuñó, y antes de que pudiera decir algo, me ofrecí.
Porque estaba enamorada de Roman, llevaba años siguiendo de cerca los pasos en su carrera de arquitectura, incluso tenía un álbum completo con imágenes de cada uno de sus proyectos hasta ahora.
—Aquí están los papeles del divorcio —lanza sobre su escritorio, una carpeta que contiene el pase a una libertad que no quiero tener—. Los firmarás en cuanto nazca ese niño.
La manera en la que se refiere a nuestro hijo, hace que el corazón se me apriete contra el pecho y que las lágrimas inunden mis ojos. Al parecer, él no quiere nada que venga de mí y me lo está dejando claro.
—Ese niño viene estipulado en el contrato, por lo que no puedo hacer nada al respecto —sisea con descaro y una mirada altanera—. En cuanto nazca, nos vamos a divorciar, ya no hay vuelta atrás, no quiero seguir al lado de una mujer como tú.
Duele, el pecho me duele con cada una de sus palabras, la barbilla me tiembla y no puedo detener por más tiempo las lágrimas, hipeo en el intento de no dejar ver esta parte débil ante él.
—¡No llores, tus malditas lágrimas no van a hacer que cambie de opinión! —brama rojo del coraje.
Intento dar un paso adelante para acortar la distancia que nos separa, pero él levanta la mano dándome un alto, se agarra el puente de la nariz.
—Por favor —mi voz es apenas audible—. No te enojes, si hice algo que te molestara…
Alza la mirada y sus ojos son como dos llamas.
—¿Algo que me molestara? —ironiza de manera cruel—. ¡¿Acaso no lo ves?! Toda tu existencia me molesta, el verte me enferma y ni siquiera puedo creer que en algún momento tuve el valor para follarte.
—Dices cosas sin sentido, debes estar estresado por el trabajo —susurro.
—No.
De la nada, acorta el espacio y levanta mi rostro con crueldad, ejerciendo la suficiente fuerza.
—Me repugnas, Melody, no te amo, ni siquiera me gustas, el follarte también fue por el contrato, y tuve que beber hasta encontrarme con el grado suficiente de alcohol en mí sistema, que me hiciera más fáciles las cosas —agrega con un odio nítido tanto en su mirada como en su voz gruesa y ronca—. El hijo que llevas en el vientre solo es un medio para un fin.
Me suelta y reprimo el llanto que me atesora, el nudo que se forma en mi garganta duele demasiado. Recuerdo aquella noche, él solo llegó ebrio, se metió debajo de las sábanas, me abrió las piernas sin más y me folló, no le importó siquiera que esa fuera mi primera vez. Dolió, no fue amable, y yo solo le atribuí que estaba estresado.
Cuando nos casamos, luego de la boda frente a la iglesia, no me besó o tocó más, no tuve luna de miel porque él tenía mucho trabajo en la empresa, ante el público siempre fue amable y disfrutaba de eso, el estar rodeados de gente importante me hacía vivir mi sueño de que él me viera como su mundo, pero cuando estábamos a puerta cerrada, era un hombre totalmente diferente.
Se encerraba en su estudio por horas, hablando por teléfono, no comíamos, cenábamos y mucho menos desayunábamos juntos. He hecho todo para retenerlo a mi lado, y ahora que mis ojos se clavan en los papeles sobre el escritorio, me doy cuenta de que nada ha valido la pena.
—Firmarás —afirma con seguridad—. Ya no quiero estar un solo día a tu lado.
—¿Desde cuándo has pensado en esto? —trago grueso.
—Desde el inicio, cuando mis padres me obligaron con amenazas a mi herencia, que debía casarme contigo, saboree el día en el que por fin te pidiera el divorcio y acabar con toda esta farsa —me explica con orgullo.
—Roman —cierro los ojos por un momento—. No lo hagas, por favor.
Abro los ojos y dejo que mi llanto aflore de nuevo. Ajustando mi agarre sobre mi vientre.
—Yo te amo —sollozo—. Te he amado desde que era una niña, por favor, danos una nueva oportunidad, prometo ser la esposa que siempre has querido.
Roman suelta a reírse cruelmente.
—¡Yo no puedo estar al lado de una m*****a mentirosa como tú! —exclama con coraje—. ¡Eres una víbora venenosa que intentó matar a la mujer que amo, la única mujer con la que me quería casar desde un principio, la mujer de la que estoy enamorado!
Siento que el mundo se detiene con esas palabras.
—¿Qué? —retrocedo—. ¿Estás viendo a otra mujer?
Muchas veces supuse algo como esto, pero la realidad es un monstruo diferente.
—¡Deja de actuar como si no supieras que amo a Emilia, y que estoy esperando un hijo con ella, un bebé que sí deseo, que voy a amar y que anhelo tenerlo entre mis brazos!
Siento que me voy a desmayar.
—¿Emilia? —el dolor en mi pecho es brutal y cubro mi boca con la mano—. ¿Mi hermanastra?
—¡Deja de actuar, ella me contó que cuando te enteraste de lo nuestro, solo fuiste a su casa e intentaste aventarla por las escaleras para que perdiera al bebé!
—No… yo no hice…
—¡Deja de mentir, joder! —Roman levanta su mano a punto de darme una bofetada.
Cierro los ojos esperando el golpe que nunca llega, porque se ha ido, no puede creer que mi hermanastra y él… estén juntos. Agarro los papeles del divorcio y sollozo, porque tengo el corazón roto, porque la verdad me está matando, porque… el hombre que amo, me odia y ama a mi hermanastra Emilia.
Intento levantarme para buscarlo, pero justo cuando lo hago, una de las chicas del servicio me informa que se ha ido, y entonces sucede, me viene una punzada en el vientre, y enseguida un líquido recorre mis piernas, la fuente se me ha roto.
EMMACuando despierto, por un segundo creo que me he muerto, era lo normal y lo más obvio, luego de recibir el disparo que tiñó de rojo mi ropa, pero no, poco a poco estudié mi entorno y me di cuenta de que se trataba de la habitación de un hospital, lo que me dejó más tranquila. —Por fin despiertas. Esa voz… Miro hacia mi derecha y me encuentro con los ojos de Duncan, unos que se ven que no han dormido, intento incorporarme para preguntarle qué ha pasado, pero él me lo impide y el dolor que siento en mi vientre. —Tuvieron que operarte de emergencia, pero tranquila, siento mucho no haberme dado cuenta del peligro al que nos exponemos de esa manera. Niego con la cabeza. —Estás con vida, al parecer los que nos atacaron era solo un grupo pequeño de mercenarios que iba por la zona, al parecer nuestro contacto en Turquía, nos dio mal las coordenadas de nuestro enemigo, así que fuimos a dar directo a una trampa mortal. Me lamo los labios. —¿Qué ha pasado conmigo? Entonces su mirada
EMMAMe cuesta respirar, me cuesta trabajo creer que esto de nuevo está pasando, solo que esta vez no está Duncan viendo, solo estamos los dos solos en medio de la anda y de la oscuridad, la cual se ve menos tenebrosa con la luz de la luna. Estoy a nada de decirle que se aparte, pero la mirada llena de acusación de Duncan, hace que la cabeza me duela y que nazca en mí, un deseo de venganza que jamás había experimentado. —Emma —dice Eros en un tono sugerente. Pero no me muevo, no quiero que piense que tiene todo el derecho de tratarme como una opción de regreso, así que si vamos a hacer esto, va a ser a mi ritmo, no al de él. Así de fácil. —Fóllame —sugiero con poca amabilidad. Eros gruñe mordiendo mis labios y siento cómo sus manos van descendiendo poco a poco hasta llegar a mis caderas. —No tienes idea de cuánto te deseo, Emma —besa mi cuello. Duncan prefirió creerle a María, prefirió pensar que esto estaba sucediendo entre Eros y yo, ahora se lo haré realidad, siento como su b
EMMASe ha vuelto loco, eso es en lo primero que pienso en cuanto las palabras de Duncan resultan ser un golpe para mí, una sonrisa de triunfo para María, y el que el ministro haya palidecido solo por unos segundos, espero cualquier reacción de todos, pero me es imposible, ya que de algún modo, enseguida el ministro suelta una risotada que nos descoloca a todos. —Dios, coronel Duncan, jamás imaginé que esto se tratara de una broma de mal gusto —ríe el pobre hombre entre dientes. La sonrisa se le borra del rostro a María, yo dejo de respirar, los únicos que parecen tranquilos, son el ministro y Duncan, las cosas son tan obvias, tan claras, él y yo acabamos de tener sexo, pero al parecer eso no le importa al ministro. —Por supuesto —sisea Duncan y noto que tensa la mandíbula con tanta fuerza, que la acción me duele hasta los huesos. —Señor… —María se acerca con el móvil en la mano. Pienso que con eso se acabó todo, porque le mostrará el video en donde Duncan y Eros estaban peleando
EMMAHay una cosa que odio más en el mundo, y son los chantajes, uno como el que me está proponiendo en estos precisos momentos, María, quien no deja de sonreír mientras sostiene de manera burlona, las pruebas, sé que la gente de la cafetería no va a hablar, ese terreno ya está cubierto por Duncan, pero el que el ministro se entere, al parecer me toca a mí. ANTES—¿Entonces? —insista.—Eres una arpía. Su sonrisa se ensancha más y las dudas me surgen. —No soy tonta, los he estado investigando desde la noche en tu cumpleaños, sé que era el prometido de tu hermana mayor, Nayel York, pero por razones que no sé, ni quiero saber, ellos solo terminaron —da un paso adelante con todo el altanerismo que una persona podría tener—. Y también estoy enterada de que estás follando con él. Tenso el cuerpo. —Eso no es verdad. —Basta, Emma, debes ser muy idiota como para no darte cuenta de las miradas que te avienta, soy muy observadora —sisea y comienzo a perder la cabeza. Me quedo callada, ana
EMMAMi vista se vuelve más aguda en cuanto noto que el cuerpo de Eros cae rendido al suelo, en cuanto a Duncan, puedo decir que jamás he visto mirada tan fiera, con sus pupilas dilatadas, ojos inyectados en sangre, pero lo que más me deja helada, es el hecho de que solo hay vacío en esos ojos que tanto me han capturado. —Mierda.Esto nos va a meter en serios problemas, y todo se materializa cuando noto que a lo lejos, está María, grabando todo con su móvil, así que actúo rápido, camino hacia ella y en cuanto se da cuenta de mi cercanía y de mis verdaderas intenciones, ella acaba con la grabación, se da la media vuelta e intenta escabullirse de mí, algo que tiene que saber ya de mí, es que puedo ser una buena compañera, más nunca una idiota. Ella comienza a correr más de prisa, hasta que llega al área de los corredores que llevan a las principales oficinas del cuartel general. —Detente. No me hace caso, veo en su mirada la maldad, y las intenciones por destruir esto pese a que el
DUNCANNo lo soporto, tampoco pienso negar lo que está pasando entre Emma y yo, Nayel siempre fue una opción para mostrar ante la sociedad y que nadie se atreviera a cuestionarme siquiera con el pensamiento sobre mis acciones, creí que ella sería una opción viable para sacarme de la cabeza a Melody, y lo fue, funcionó solo un tiempo, hasta que Emma tomó el lugar de mi ahora amiga. En cuanto la vi entrar al salón de reporte y estrategia, supe una verdad, que haberla follado o hacerle sexo oral, me dejó más hambriento que nunca, pero todo eso se fue por la borda cuando noté la tensión en su cuerpo, una que iba dirigida hacia el elemento nuevo, Eros Dinastí. Ambos nunca cortaron contacto visual mientras mis venas se llenaban de rabia y celos enfermizos. ¿Por qué mierda lo ve tanto? ¿Y por qué él la mira como si fuera un platillo que muere por devorar? Maldición. Esa fue una de las razones por las que la follé duro, le dolía, lo sé, reprimía sus gemidos, y se aferraba de las esquinas de
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