Sofía Lombardi es una joven con muchos sueños a cumplir;uno de ellos es encontrar al verdadero amor. Mientras espera, vive una vida sencilla, estudiando, trabajando y cuidando a su familia. Su vida dará un giro inesperado cuando por azares del destino conoce a James Lee Fenton, un joven que ha crecido bajo el peso de la tradición y las expectativas familiares. Como heredero de un imperio, siempre ha seguido las reglas impuestas, pero conocer a Sofía lo lleva a cuestionarse muchas cosas. Mientras ellos intentan navegar en sus crecientes sentimientos, deberán enfrentar la oposición implacable de sus familias y las barreras sociales que los separan. En un mundo donde el deber y el amor están en constante conflicto, ambos deberán decidir si están dispuestos a luchar por un futuro juntos, sin importar las consecuencias. ¿Podrán Sofia y James encontrar la manera de estar juntos, o serán separados por las fuerzas que conspiran contra ellos? En "La Revancha de Anna" James fue un antagonista magistral a veces odiado y otras amado. ¿Será que esta vez logrará vivir su propia historia de amor, sin dejarse vencer por sus prejuicios? ¿O su difícil carácter arruinará todo?
Leer másEdward tomaba su exquisito café, en su elegante y sofisticada oficina en Singapur, mientras mantenía una conversación mediante una video llamada con su hijo mayor, James.
El joven era un prodigio en las finanzas, con su gran sagacidad e inteligencia había logrado llevar a la cúspide al imperio comercial y financiero que poseían. _ Otro negocio que has cerrado de manera exitosa _ le dijo a su hijo _ aunque tardaste bastante en convencerlos. La próxima vez, debes presionar más para no perder tanto tiempo en nimiedades. El joven suspiró hondo. Siempre era lo mismo, hiciera lo que hiciera su padre jamás estaría conforme, le exigiría más. _ Lo siento padre, es que hasta el último minuto lucharon por mantener su empresa_ dijo sonriendo tranquilamente _ entenderás que no debe ser fácil deshacerse de algo que les llevó tanto tiempo construir. _ Tonterías _ protestó Edward sin mostrar emoción _ Nosotros no hacemos caridad, eso se lo dejo a tu madre. Estamos aquí para ganar dinero y para mantener nuestro apellido en lo más alto. Hablando de tu madre... _ prosiguió el hombre con tono de cansancio _ deberías venir para navidad, ya sabes como se pone cuando pasa mucho tiempo sin verte, no entiende que estás trabajando. James sonrió levemente. Su madre era su único cable a tierra en el mundo, por así decirlo. _ Intentaré ir _ dijo tocándose la frente _ solo que tengo varias reuniones pautadas para los próximos días. Pero, iré apenas termine todo. Además están re decorando el Penthouse y quisiera ver como quedó cuando terminen... sinceramente odio estar en este hotel. Edward notó que su hijo estaba realmente cansado, nunca lo había visto así. Ellos nunca hablaban de nada personal, pero sabía por su esposa Eleanor, que James había sufrido una especie de desengaño amoroso y que estaba bastante afectado por eso, aunque no lo demostrara. Pero de esa situación ya había pasado casi un año, así que el hombre descartó que fuera mal de amores. De todas maneras, la mujer que eligiera James tenía que ser aprobada por él y por su abuelo John, así se conducían en esa familia, era la tradición y había que cumplirlas. _ Pues tendrías que regresar cuanto antes _ dijo en tono autoritario el hombre _ Tenemos que hablar sobre tu situación James, creo que es hora de poner en orden tu vida. ¡No es posible que tu hermana se haya casado antes que tú! Para darme disgustos ya tengo a Patrick. James puso los ojos en blanco y respiró hondo. Sabía perfectamente cuál era su rol dentro de la familia, pero muchas veces se le hacía muy pesada la carga de portar semejante apellido y responsabilidad. El cumplía a rajatabla con todo lo que su abuelo y padre le imponían, solo hubo una vez en que saltó todas las reglas, sin importarle nada y lo había hecho por amor a una chica a quien ayudó incondicionalmente a pesar de saber que nunca sería correspondido. _ Muy pronto regresaré a casa _ le dijo cansado _ ¿solo podrías dejarme solucionar lo que necesito? ¡Con respecto a poner en orden mi vida, por ahora estoy bien como estoy! A Edward no le gustaba en absoluto que su hijo intentara evadir sus órdenes. Pero no quería discutir algo tan importante a la distancia. Ya vería como hacer para que Eleanor, la madre de James lo convenciera de casarse. _ ¡Bien has lo que tengas que hacer y regresa a casa, también te necesito aquí! _ le dijo sin contemplación alguna. James asintió. Cortó la llamada y se sentó en la cama, totalmente abatido. El joven tenía la fama de ser alguien imperturbable que jamás mostraba emoción alguna. Su vida giraba en torno a su trabajo y a eventos sociales, a los cuales odiaba asistir. Se tiró sobre la cama mirando al techo, sus bellos ojos negros quedaron inertes por un momento mientras pensaba lo que tenía que hacer al día siguiente: más reuniones, más presiones, más negociaciones. ¿Y todo para qué? Para ganar más millones. El destino de James, desde el día en que nació estaba marcado: al ser el principal Heredero de la fortuna familiar valuada en miles de millones, era quien tendría que dirigir todo ese imperio. Por lo tanto, desde pequeño fue educado para eso. Enviado a un internado, donde recibió la mejor educación y como buen niño que era, logró ser el mejor de la clase, lo mismo sucedió cuando se graduó en la universidad con mención honorífica. Su madre había tratado de darle todo el apoyo y amor posible, pero era su padre quien decidía por él ya que consideraba a su esposa demasiado blanda al momento de poner límites. Y James, necesitaba límites y reglas para poder forjar un carácter que le permitiera ser seguro de si mismo e intransigente, porque no había otra manera de lograr el éxito en los negocios. Se levantó de la cama y se sirvió un whisky, y se asomó a la ventana, afuera ya comenzaba a nevar mientras el sol iba cayendo lentamente. Pensó que así se sentía un poco por dentro. _ Necesito vacaciones _ dijo de pronto _ no puedo seguir así. Lo siento papá, no voy a regresar a casa aún. Muchos que habían visto desde afuera la vida de James lo habían tildado de arrogante, desafiante y distante, como creyéndose superior a los demás. La realidad era que a pesar de toda su inteligencia y seguridad, era un ser que no tenia el talento de hablar con las personas al menos que él las considerara interesantes, siempre decía lo que pensaba sin ningún reparo, la sutilidad no era su virtud. Tampoco le interesaba ser amable con alguien a menos que la persona en cuestión, lograra su afecto. Lo que se dice, era una especie de príncipe en su etapa de sapo. Quizás, en algún rincón de la tierra existiera la doncella que lo liberara del hechizo.—¿Está listo señor Lee para presenciar el nacimiento de su hija? _Preguntó el médico al verlo tan pálido— Si usted, quiere... puedo llamar a Becky o a Fernando para que acompañen a Sofia. Sofia al escuchar eso, le apretó fuerte la mano a James. —James Lee Fenton, si te desmayas aquí, juro que apenas me levante de esta cama, ¡me divorciaré de ti! —le gritó entre jadeos, mirándolo con enfado. El hombre tragó saliva, y sonrió. — Calmate, que no iré a ningún lado, es solo la impresión del momento. —Te recuerdo que soy yo la que está sufriendo los dolores ¡ah! —Gimió al sentir otra fuerte contracción. Mientras, todos afuera, esperaban. Angelo, aunque estaba en silencio, caminaba de un lado hacia otro, tratando de calmar su ansiedad, mientras que el otro abuelo estaba un poco más nervioso. — ¿Cómo puede ser que tarde tanto esto? —se quejó Edward—. Mi nieta ya debería haber nacido. Lucy miró a su padre con ternura. Si bien con ella siempre había sido un poco más cariñoso, nunca lo h
La luna llena brillaba con intensidad, lanzando su luz plateada a través de los ventanales abiertos de la suite nupcial. La habitación estaba decorada con pétalos de rosas blancas, velas parpadeantes y una suave fragancia floral que llenaba el aire. Sofía estaba de pie junto al ventanal, descalza, con su vestido de novia aún puesto, pero el velo descansaba sobre una silla cercana. La brisa nocturna jugaba con un mechón rebelde de su cabello, y ella lo apartó con delicadeza, perdiéndose en la vista del cielo estrellado. James la observaba desde la puerta. Había algo en su silueta iluminada por la luna que lo dejaba sin aliento. Su esposa. Finalmente, después de todo lo que habían pasado, ella era su esposa. La mujer que había cambiado su mundo entero estaba ahí, tan cerca, y aun así, cada vez que la miraba, parecía un milagro imposible. Sin hacer ruido, se acercó a ella. Sus pasos eran firmes, pero cargados de una suavidad que solo él podía expresar. Cuando estuvo lo suficientement
La habitación estaba inundada de luz. El sol de la tarde se colaba por las grandes ventanas, bañando todo con un brillo dorado que parecía anunciar la felicidad que estaba por venir. Sofía estaba de pie frente al espejo, mientras las manos hábiles de su amiga terminaban de acomodar el velo sobre su cabello recogido. Su vestido blanco, ajustado en la cintura y con una falda que caía en suaves ondas, la hacía lucir como una visión sacada de un sueño. El murmullo del ajetreo se escuchaba a lo lejos, en algún lugar de la casa, pero en ese cuarto todo parecía suspendido en una calma expectante. Sofía tomó aire profundamente y cerró los ojos por un momento, tratando de calmar los nervios que le revoloteaban en el pecho. — ¿Lista? —preguntó Becky, su voz cálida rompió el silencio. Ella estaba parada detrás, con una sonrisa divertida y los ojos llenos de lágrimas contenidas. Sofía abrió los ojos y se encontró con su reflejo. Por un instante, apenas reconoció a la mujer que la miraba desde
Seis meses después... El bullicio de los preparativos de la boda llenaba la mansión, pero en medio de todo el ajetreo, Patrick luchaba por convencer al pequeño Alex de acompañarlo. Por supuesto, convencer a Alex nunca era tarea fácil. — Apresurate pequeño monstruo —le dijo Patrick, a Alex tomándolo de la mano—. Tenemos que acompañar a tu padre. ¿Te olvidas de que somos los caballeros de honor? Alex lo miró frunciendo el ceño, cruzó sus brazos y se negó a seguir caminando. — ¿Por qué no puedo ir con mi mamá? Quiero estar con ella. Patrick, sonrió. Se agachó y lo tomó de los hombros. — Escuchame, tu mamá llegará pronto. Es por eso por lo que debemos ir con tu padre, para que la novia o sea tu mamá, llegue y se puedan casar. Después puedes quedarte con ellos todo el tiempo que quieras. — ¡Eso no es verdad! Yo sé que se irán unos días de viaje y no es justo, yo también quiero ir. Patrick se paró inmediatamente, poniéndose en postura de jarrón. — ¿Acaso no quieres quedarte con lo
El pasillo del hospital estaba silencioso, interrumpido solo por el eco de los pasos y el susurro de las conversaciones lejanas. Alex sostenía con fuerza la mano de Sofía, su oso de peluche bajo el brazo, y una expresión que oscilaba entre la curiosidad y el nerviosismo que iluminaba su rostro. No sabía exactamente qué esperar, puesto que ya era no era “el señor gruñón” como él lo llamaba, ese hombre era su abuelo y estaba ansioso por verlo, desde el día en el que lo había visto desplomarse frente a él. — ¿Crees que al señor gruñón le guste mi oso? —preguntó Alex en voz baja, mirando a su madre con ojos expectantes. Sofía se agachó para ponerse a su altura, colocando una mano cálida en su mejilla. — Estoy segura de que le encantará, cariño. Pero, más que eso, sé que va a estar muy feliz de verte —le dijo, sonriendo con ternura, aunque su mirada revelaba una mezcla de emociones difíciles de ocultar, aún le costaba perdonar a Edward. Pero era el abuelo de su hijo y jamás le negaría l
El regreso a Nueva York estaba cargado de emociones. Peter, sentado al frente, mantenía su habitual compostura, pero no pudo evitar que una leve sonrisa se dibujara en su rostro mientras observaba la interacción entre James y Alex. No era frecuente que el frío y calculador asistente se dejara afectar por los sentimientos, pero aquella escena lo conmovía. Finalmente, todo parecía empezar a encajar. — Amigo, ¿me llevarás a ver al señor gruñón? —preguntó Alex con su habitual energía mientras jugueteaba con su oso de peluche—. ¡Yo quiero verlo! James sonrió y le acarició la cabeza, dejando escapar una pequeña risa. Aunque su corazón estaba lleno de felicidad, todavía le costaba asimilar que ese pequeño que tenía frente a él, con su carita inocente y su desbordante curiosidad, era su hijo. Todo parecía irreal, como un sueño del que temía despertar. — Claro que sí, campeón. Podemos ir a verlo juntos, si eso es lo que quieres. Alex... ¡tu abuelo está más ansioso que tú por verte! Mañana m
Último capítulo