Dorian
Contaba, en mi mente, las mil formas en que la haría mía. Solo esperaba el instante en que dejara de fingir fortaleza frente a mí. Vannesa cree que puede jugar a ser indomable, pero yo sé leerla, sé cuándo su respiración se agita aunque sus labios digan lo contrario.
No lo negaré: me despierta sensaciones que no creí volver a sentir. Sin embargo, algo debes saber de mí: nadie me domina. Nadie me lleva la contraria sin pagar el precio.
A ella le he permitido más de lo que cualquiera ha logrado en tan poco tiempo. Le he dado la ilusión de que puede manipularme, de que tiene cierto control, incluso la libertad de tratarme como quiera. Pero lo que ignora es que el verdadero Dorian Meissner sigue dormido, enredado en cadenas dentro de mí. Y por su bien, espero que nunca lo despierte. Porque si toca mi punto más sensible, si hiere esa parte que protejo, no quedará rastro de su sonrisa ni de la mujer que aún es.
Dentro de mí hay luz, sí; puedo ser un hombre romántico, protector... inc