Dorian
Finalmente logré traer a Rosabella conmigo, a mi gran mansión. La observaba mientras recorría el lugar, sus ojos reflejaban sorpresa y miedo. Sabía que estaba asustada. Quizá pensaba que soy un monstruo. Y tal vez no se equivoca: soy lo peor cuando me provocan, pero con ella... con ella quiero ser un caballero, un príncipe de cuentos. Por ahora, sé que solo siente terror, y si me desafía, verá mi peor lado. Pero si me obedece, le prometo que seré el hombre que cualquier mujer desearía tener.
—¿Te gusta tu futura casa? —pregunté cerca de su oído, disfrutando el leve temblor que recorrió su cuerpo. Ella se alejó de inmediato, con el rostro pálido.
—Esto no es mi casa —replicó, con voz firme aunque le temblaban las manos—. No se equivoque, estoy aquí a la fuerza. Estoy cautiva por usted.
Sonreí, encantado por su espíritu desafiante. Le guiñé un ojo antes de tomarla del brazo y arrastrarla conmigo hacia la entrada principal. Al vernos, todos los empleados inclinaron la cabeza en se