El aire dentro del estudio de Félix era denso, pesado, y el aroma a peligro que se había adherido a la ropa de los gemelos inundaba el lugar. Los dos se habían alejado de mí, concentrados en el mapa que se proyectaba sobre el escritorio. Sus mentes estaban en modo guerra, analizando rutas y perímetros, mientras yo sentía la nueva regla vibrar entre nosotros como una corriente de alta tensión.
—Velásquez no se quedará tranquilo —dijo Félix, con la voz baja y cortante, moviendo una pieza roja sobre el mapa—. Ahora sabe que Abigail es la anomalía. Intentará un movimiento rápido antes de que reforcemos la seguridad. Tenemos que moverla a la casa de la costa o al búnker de los Alpes.
«¿Qué? ¿Los Alpes?»
—Y el traidor interno lo sabe —añadió Luca, golpeando el escritorio con el dedo. Su mirada se desvió del mapa para clavarse en mí con una seriedad que dolía—. El "Ángel" querrá ser el primero en reclamarte. No puedes salir de esta habitación, tesoro. Ni para ir al jardín.
Me acerqué a la me