Capítulo 24

El silencio que siguió a la declaración de Luca no fue vacío, sino un eco ensordecedor de paranoia. Estábamos inmersos en una capa de peligro que superaba con creces el ataque de los Maroni. Me sentía observada, expuesta.

Félix rompió el contacto visual conmigo y se dirigió a una pequeña mesa auxiliar, donde arrojó con violencia el teléfono desechable y el collar de pluma. Eran trofeos macabros en una cacería que acababa de empezar.

—El collar vincula a los Maroni, al viejo pacto de sangre —dijo Félix, con la voz tan fría que podría congelar el aire—. Y este mensaje dice: “no son ellos. Soy yo”. Quienquiera que sea, está intentando tranquilizarla de una amenaza externa, mientras la aísla y la aterroriza internamente. Está asumiendo el rol de protector. O de dueño.

Luca se acercó a la mesa, examinando el dije de pluma con una curiosidad profesional que me hizo temblar.

—Dueño, sin duda —masculló, sin tocarlo—. Es una jugada de poder. Si alguien la quisiera de verdad, no la asustaría co
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