La frase cayó en medio del vestíbulo como un arma cargada.
Félix no la negó. Luca no la suavizó.
Yo no tuve dónde correr. Mi respiración se fragmentó, como si de pronto el aire hubiera decidido volverse un lujo. Ellos avanzaron un poco más, apenas lo suficiente para que sus presencias me envolvieran. No me tocaban, pero sus energías chocaban a mi alrededor, como si la casa entera contuviera el aliento.
—Luca… —advirtió Félix, aunque sonó más como un susurro desesperado que como una orden real.
—¿Qué? ¿Prefieres seguir fingiendo que ella no significa nada? —Luca alzó una ceja—. Prefiero que lo escuche de nosotros antes de que lo perciba cualquier enemigo.
Sus ojos verdes se clavaron en mí. Esa mezcla de lujuria, humor y amenaza. Era un incendio vestido de hombre.
—Significas algo —dijo Luca, sin rodeos.
Sentí cómo mis rodillas temblaban. Félix cerró la mandíbula con tanta fuerza que pude escuchar el chasquido del músculo tensándose.
—Suficiente —murmuró Félix, dando un paso hacia adela