En el pequeño pero poderoso reino de Argemiria, el príncipe heredero Elian carga con el peso de una corona marcada por secretos y tradiciones inquebrantables. Cuando la Casa Real contrata a Anya Ríos, una consultora matrimonial determinada y brillante, para encontrarle una esposa adecuada, ninguno de los dos imagina que el destino pondrá en jaque no solo sus deberes, sino también sus corazones. Entre intrigas palaciegas, alianzas peligrosas y agendas ocultas, Anya debe navegar un mundo donde el poder lo corrompe todo, y donde cada candidata oculta más de lo que muestra. Mientras el príncipe lucha entre cumplir con las expectativas de su familia y buscar un amor verdadero, Anya se debate entre mantener su ética profesional y sucumbir a la atracción prohibida que crece entre ellos. En un juego donde nada es lo que parece, La corona real revela la lucha por la libertad, la verdad y el amor en un escenario donde la traición acecha a cada paso, y el precio de romper las reglas puede ser la pérdida de todo.
Leer másEl invierno había llegado a Argemiria con una belleza implacable. Los jardines del palacio, antes exuberantes y coloridos, ahora descansaban bajo un manto de nieve inmaculada que brillaba como diamantes bajo el sol pálido de la mañana. Desde la ventana de sus aposentos reales, Anya contemplaba aquel paisaje transformado mientras sostenía una taza de té caliente entre sus manos.Seis meses habían transcurrido desde su coronación junto a Elian. Seis meses de aprendizaje, de reformas, de resistencias y de pequeñas victorias. La transición no había sido sencilla —nunca esperó que lo fuera—, pero cada día se sentía menos como una impostora y más como la reina que Argemiria necesitaba.—¿Admirando tu reino, mi reina? —La voz de Elian, cálida y profunda, la sorprendió por detrás. Sus brazos rodearon su cintura y sus labios rozaron su cuello con delicadeza.Anya se reclinó contra su pecho, permitiéndose un momento de vulnerabilidad que solo él podía presenciar.—Nuestro reino —lo corrigió—. A
El Gran Salón del Trono de Argemiria resplandecía como nunca antes. Los vitrales centenarios filtraban la luz matinal en haces multicolores que danzaban sobre el mármol pulido. Las banderas del reino ondeaban majestuosamente desde las altas columnas, y el escudo de armas de la familia real —un león coronado sobre un campo de estrellas— dominaba la pared principal tras el trono.Anya Ríos se encontraba en primera fila, con un vestido azul medianoche que había elegido cuidadosamente para la ocasión. Sus manos, normalmente firmes cuando sostenía sus carpetas de trabajo, ahora temblaban ligeramente. No era para menos: hoy presenciaría la coronación oficial de Elian como heredero indiscutible al trono de Argemiria.—Pareces nerviosa —susurró Mara, su asistente, quien la acompañaba—. Y eso que no eres tú quien va a ponerse una corona.Anya esbozó una sonrisa tensa.—Quizás porque sé que esto cambia todo —respondió en voz baja—. Después de hoy, nada volverá a ser igual.Las trompetas reales
El salón privado de la Reina Madre parecía más pequeño aquella tarde. Las cortinas de terciopelo azul oscuro filtraban la luz del atardecer, creando un ambiente íntimo y casi confesional. Anya observó cómo la anciana monarca se movía con lentitud calculada hacia el pequeño escritorio de caoba, donde descansaba una caja de madera labrada con el escudo de armas de los Argemiria.—Cierra la puerta, querida —pidió la Reina Madre con voz serena pero firme—. Lo que voy a mostrarte no debe salir de estas paredes.Anya obedeció, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Había sido convocada sin explicación alguna, solo un mensaje escueto entregado por un paje real. Después de todo lo ocurrido en las últimas semanas, cualquier llamado de la familia real despertaba en ella una mezcla de curiosidad y aprensión.—Su Majestad, ¿puedo preguntar por qué me ha llamado? —inquirió Anya, manteniéndose de pie mientras la Reina Madre tomaba asiento en un sillón tapizado.La anciana sonrió con melancolí
El Gran Salón de Justicia de Argemiria resplandecía bajo la luz que se filtraba por los vitrales centenarios. Nunca antes sus paredes habían contenido tanta tensión. Las cámaras de televisión, dispuestas estratégicamente, transmitían en directo a todo el reino un acontecimiento sin precedentes: el juicio al Canciller Dorne, el hombre que durante décadas había sido la sombra del poder.Anya ocupaba un lugar en la primera fila de asientos, junto a la familia real. Su corazón latía con fuerza mientras observaba el estrado donde cinco jueces con togas carmesí aguardaban. El murmullo de la multitud cesó cuando las puertas laterales se abrieron y dos guardias escoltaron a Dorne.El Canciller caminaba erguido, con la dignidad intacta a pesar de las circunstancias. Sus ojos, fríos como el acero, recorrieron la sala hasta detenerse en Anya. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios.—Se inicia el juicio contra el Canciller Augusto Dorne por los cargos de conspiración contra la Cor
El Salón del Consejo Real resplandecía bajo la luz que se filtraba por los vitrales históricos, cada uno representando a un monarca anterior de Argemiria. Elian, de pie junto a la gran mesa de roble tallado, observaba cómo los consejeros tomaban sus asientos. El aire parecía cargado de electricidad, como si una tormenta invisible se gestara dentro de aquellas paredes centenarias.Anya permanecía en un discreto segundo plano, pero sus ojos no abandonaban la figura del príncipe. Había pasado la noche anterior repasando con él cada detalle, cada palabra que debía pronunciar. Ahora todo dependía de su capacidad para enfrentar a Dorne.El Primer Ministro entró con su habitual pompa, flanqueado por dos asistentes que cargaban carpetas repletas de documentos. Su sonrisa condescendiente se congeló al notar la presencia inesperada de Thalen, quien permanecía junto a una puerta lateral con un maletín de cuero negro.—Su Alteza —saludó Dorne con una reverencia medida—, no esperaba una sesión ext
El Gran Salón de Cristal resplandecía bajo miles de luces que se reflejaban en las paredes talladas, creando un efecto caleidoscópico que había dado nombre a la celebración anual más importante de Argemiria. La Noche de Cristal conmemoraba la fundación del reino, y este año, el banquete prometía ser especialmente memorable. La tensión política se disimulaba bajo capas de protocolo y sonrisas diplomáticas. Anya observaba desde un lateral, con un vestido azul medianoche que contrastaba con el rojo de su cabello recogido en un elegante moño. Su posición como consultora le otorgaba un lugar privilegiado, aunque discreto. Desde allí podía ver a Elian en la mesa principal, junto al rey Alaric y los dignatarios más importantes del reino. Lord Dorne ocupaba un lugar de honor, su sonrisa calculadora apenas disimulada tras la copa de cristal que sostenía. —Pareces preocupada —susurró Meredith, acercándose a ella con dos copas de champán—. Toma, lo necesitarás para sobrevivir a estos discursos i
Último capítulo