Lo último que vio Valentina antes de morir fue el rostro de su jefe, la mirada de miedo de él cuando bajó del auto y entendió que había acabado de asesinarla. Valentina nunca creyó que a sus veintiocho años iba a morir, sin haber conocido lo que era el amor y mucho menos la satisfacción hacerle pagar a Merina por todo el daño que le hizo. Pero vengarse siempre fue imposible, pues Merina era la esposa del magnate Marko Rumanof, quien desgraciadamente terminó siendo jefe de Valentina. Y él acababa de asesinarla. Pero lo que Valentina creyó ser la muerte, realmente terminó siendo una oportunidad, pues al despertarse se vio a sus diecisiete años: justo el año en que toda su desgracia comenzó. Ahora tiene que impedir que Merina se case con Marko y la mejor forma es conquistándolo y destruirlo.
Leer másEl líquido escarlata se esparcía por el pavimento, rodeando la cabeza de Valentina. Sus ojos aún seguían abiertos y lograba ver el auto estacionado a varios metros de distancia. La puerta del piloto se abrió y unos zapatos de cuero negro avanzaron hacia ella, hasta que el hombre apareció en su campo de visión y se agachó para observarla de cerca. Aquellos ojos verde claros se abrieron en gran manera y el miedo lo consumió.
Marko Rumanof dio un impulso hacia atrás, cayendo sentado, teniendo que sostenerse sobre sus manos. Empezó a hiperventilar.
La había asesinado. Se acababa de convertir en un asesino.
Cuando Valentina notó el espanto en el rostro de Marko Rumanof entendió que ya no le quedaba vida, ahí acababa todo.
Qué irónica era la vida. Su jefe acababa de asesinarla. Después de años de abuso físico y psicológico por parte de él, terminó arrancándole la vida. Y todo porque ella decidió desobedecerlo.
Minutos atrás Marko le había aventado los papeles a la cara:
—¡Esto no sirve, vuélvelo a hacer! —le espetó.
Las manos de Valentina temblaban, llevaba tres días sin dormir y ni siquiera había podido bañarse y mucho menos comer. Le dolía el estómago y se sentía mareada.
Y su jefe ni siquiera había revisado el proyecto, simplemente lo rechazaba. Esa era su estrategia: le hacía la vida imposible.
—¿Qué? ¿No quieres? —cuestionó Marko y le respingó una ceja.
—Pe-pero, señor, usted ni siquiera lo leyó —trató de hablar.
—¿Ahora me vas a enseñar cómo hacer mi trabajo? —cuestionó el hombre.
—No, señor.
Valentina bajó la cabeza y después comenzó a recoger los papeles del suelo. Por un momento el mareo casi la hace caer al suelo, haciéndola tambalear.
Marko se levantó de su sillón y se plantó ante ella, pisando el papel que la joven intentaba recoger. Valentina alzó la mirada con miedo. Ahí estaba aquel rostro de prepotencia.
—Mírate, tan ridícula, eres igual que la misma basura —le dijo.
Un nudo de fuego se creó en la garganta de Valentina y sus párpados se volvieron pesados, haciendo que su mirada doliera, pero se obligó a no llorar.
—El karma existe, Valentina —soltó Marko.
Ella se levantó, sintiéndose cansada de tantas humillaciones. Su corazón latía con fuerza y sus labios temblaban, rogándole que les permitieran dejar salir las palabras atoradas en la garganta.
—¿Karma? —cuestionó la joven.
Marko sumergió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón liso e inclinó a un lado la cabeza.
—Siempre has sido tan prepotente, humillando a los que te rodean, pero mírate —dijo él—, aquí estás, viviendo una vida tan miserable.
Valentina dejó salir un jadeo, ¿de qué rayos estaba hablando? Si había que señalar a alguien que fuera un déspota y agresor, debían voltear a verlo a él. Estaba empeñado en hacerle la vida imposible junto con su esposa Merina.
—Usted no me conoce, señor —se limitó a decir.
—Te conozco más de lo que tú crees —se jactó él y le respingó las cejas con suficiencia, como quien conoce un secreto y amenaza con revelarlo.
Valentina soltó un jadeo y mantuvo la boca abierta por la impresión. Las lágrimas amenazaban con deslizarse pronto por sus mejillas.
—¿Ah sí? —inquirió ella.
Tal vez hablaba porque estudiaron un tiempo en la misma universidad, cuando él la humilló en último año en público junto a Merina por ser pobre y estudiar con una beca.
—Sé que desde pequeña te encantó maltratar a Merina y casi la asesinas —reveló Marko.
Valentina arrugó el entrecejo y la impotencia en su pecho la obligó a derramar las lágrimas.
—Entonces, usted por todos estos años… —comenzó a decir— me ha maltratado porque cree que yo casi asesino a Merina.
—¿Te parece bien el que una persona viva su vida tranquilamente sin haber pagado por sus acciones? —cuestionó él con ironía y todo su rostro empezó a acalorarse—. Merina vivió por años las secuelas de tus maltratos y humillaciones, ¡por tu culpa el colegio se convirtió en un infierno y deseaba morirse! —gritó—. Y, aunque ella te suplicaba que pararas, nunca lo hiciste. Hasta en la universidad te empeñaste en hacerle la vida imposible y casi deserta porque no soportaba tu maltrato. ¿Entonces por qué debería tratarte bien si tú no eres capaz de sentir compasión por los demás?
El sol empezaba a ocultarse, llenando de arreboles el cielo.Marko dejó salir un largo suspiro y sus ojos azules brillaban intensamente, estaban colmados en lágrimas.—¿Crees que mi mamá… logre salvarse? —preguntó.—No lo sé —confesó la chica.Los labios de Marko comenzaron a temblar y después los apretó con fuerza.—Hay… algo más de lo que deba… enterarme? —indagó.A la mente de Valentina llegaron los recuerdos de la muerte de Lorenzo, las amenazas de Merina, los intentos de asesinato y aquella vez que forcejearon cerca del balcón.—Esta… es otra vida —dijo ella con tono tranquilo y compasivo—. Una versión de ti una vez me dijo que le habría encantado que nuestra historia fuera diferente —esbozó una sonrisa—, supongo que se refería
Actualidad:La noche cubría la ciudad con un manto oscuro salpicado de luces dispersas. Valentina caminaba lentamente hacia su casa, envuelta en el abrigo que apenas lograba protegerla del frío cortante. Había pasado las últimas horas conversando con Marko, y aunque sus palabras le habían brindado algo de consuelo, su mente seguía atrapada en los recuerdos de un pasado que se negaba a morir. Al doblar la esquina, su corazón se detuvo por un instante. Frente a su casa, un auto negro estaba aparcado bajo la tenue luz de un farol parpadeante. Valentina, un mes antes de morir: Estaba seguro de que pasaba algo, podía presentirlo. Valentina no era de las que nunca contestaban el celular, ella siempre le respondía.Se dirigió a la casa de la madre de Valentina y no esperó a que la mujer le abriera la puerta. Afortunadamente tenía una copia de las llaves que Rosa le había entregado en esos días para casos de emergencia y abrió, comenzando a llamar a Valentina, pero no le contestaba. Corrió escaleras arriba y empezó a buscar en los dormitorios.—¡Valentina, ¿dónde estás?! —gritaba con desesperación.Al ingresar al cuarto de invitados notó el piso lleno de agua.Su corazón empezó a palpitar con fuerza y su peor miedo comenzó a confirmarse. Caminó a grandes zancadas al baño. Y ahí estaba Valentina, con un rostro p&Capítulo 43: Si te quedas a mi lado
Valentina, un mes antes de morir: Rosa se paseaba en círculos por la habitación, sus manos se masajeaban entre sí, nerviosas y sudorosas.—¿Ayudaste a Marko a asesinar a Lorenzo? —preguntó Valentina con fuerza.Su hermana por fin pudo voltear a mirarla, sus ojos estaban llenos de lágrimas y por momentos se podía apreciar el temblor en sus hombros compungidos.—Debía escoger entre tu vida o la de ese criminal —espetó Rosa—, ¿y cuál crees que sería mi decisión? Obviamente serías tú: eres mi hermana, por el amor de Dios.—¡Pero fue un asesinato! —alegó Valentina.—¡No, fue en defensa propia! —protestó Rosa—. Él también iba a asesinar a Marko, tuvo que defenderse, eso fue lo que sucedió.—¿Te est&aac
Valentina, un mes antes de morir: Valentina comenzó a llorar y todo su cuerpo temblaba. En ese momento se dio cuenta que no era capaz de asesinar a una persona, al menos, no a Marko.Él también lo entendió, así que con paciencia le quitó el arma.—Ay, Val, tú eres demasiado buena persona como para mancharte las manos de sangre —soltó él con compasión. Esperó unos minutos antes de agregar—: ¿qué te ha sucedido? ¿Por qué estás tan alterada? —Le tocó la frente—. Dios… estás hirviendo en fiebre.—Yo… soy una idiota —dijo ella con voz quebrada—. Yo… ¿cómo pude vivir con alguien así? Esa noche quien iba a morir… era yo…Marko guardó la pistola dentro de la caja fuerte y también le quitó los
Valentina, un mes antes de morir: Lorenzo quería matarla.Lo que todo este tiempo Marko quiso decirle era que Lorenzo quería asesinarla. Le había enviado fotos a Marko de ella durmiendo y él apuntándola con una pistola.“Voy a matar a tu perra si no me pagas hoy mismo” fue lo último que escribió Lorenzo a Marko y le envió la foto de ella dormida apuntándole con la pistola. .A eso de las cinco de la mañana Valentina ya había salido del estupor y procesado que su novio había intentado asesinarla mientras ella dormía.Madre mía, una noche más al lado de él y quien estaría tres metros bajo tierra sería ella. Además, iba a robarle todo, había guardado las escrituras y su cuenta de banco…“¿Estás loca? ¿Có
Último capítulo