El murmullo del centro comercial se colaba en sus oídos como un eco extraño. Anne caminaba entre escaparates iluminados y el ir y venir de la multitud, pero había algo irreal en el ambiente. Todo parecía demasiado brillante, demasiado perfecto.
En sus manos llevaba una bolsa de libros, aunque no recordaba haberlos comprado. No sabía a qué tienda se dirigía, ni por qué estaba allí. Sin embargo, en su pecho sentía una ansiedad inexplicable, como si estuviera buscando a alguien.
Y entonces lo vio.
Evan.
Estaba de pie, junto a una mujer de porte elegante, de cabellos oscuros y mirada dulce. El corazón de Anne se detuvo. No reconocía el rostro de aquella mujer… y al mismo tiempo, algo en ella despertó un eco adormecido, un recuerdo tan lejano que parecía pertenecer a otra vida.
La mujer levantó la vista y la miró directamente. Fue como recibir un golpe de aire helado y cálido a la vez. Anne sintió que el piso se movía bajo sus pies.
—Anne… —susurró la desconocida, y luego, con un sollozo a