La noticia del embarazo revolucionó la casa, y a Anne también. Las visitas al médico, el cambio de medicamentos por su enfermedad, los ultrasonidos y demás estudios para comprobar que todo estuviera en orden la mantenían ocupada. Afortunadamente, el embarazo marchaba al cien por ciento. No había de qué preocuparse... excepto por los mensajes constantes de alguien que intentaba socavar su confianza en Alexander.
Aunque Anne intentaba ignorarlos, no podía hacerlo del todo. Eran insistentes, como un goteo incesante. Confiaba en Alexander, lo amaba, pero el dolor del pasado aún pesaba en su interior. A pesar de saber que todo lo dicho por Lane había sido mentira, esa espina seguía ahí, clavada en lo más hondo.
Durante esos días no había asistido a la oficina, por petición de Alexander y su padre. En verdad, se estaba volviendo loca. Aunque tenía trabajo que hacer desde casa, no era lo mismo. Necesitaba su oficina, su espacio para concentrarse, para sentirse útil. Extrañaba incluso a Rose