El bosque, con su manto de hojas viejas y su olor a tierra húmeda, se tragó al Teniente Uf en el momento exacto en que Kael y Christina desaparecieron a caballo. Uf no miró atrás. No podía permitírselo. Había una urgencia fría y clara grabada en su mente: ganar tiempo, sin importar el costo.
Volvió sobre sus pasos en el sendero, moviéndose rápido, pero sin ruido. Su retirada no tenía nada de la lentitud o el pánico. Era la velocidad concentrada de un cazador que elige su sitio. Tenia dos cuchillos largos de combate. Eran herramientas hechas para el silencio, perfectas para terminar las cosas rápido, a muy corta distancia.
La oscuridad era tan espesa que parecía tener peso. Los asesinos de Freyja, ágiles y expertos en moverse sin ser vistos, se movían justo detrás. Creían que encontrarían a un guardia agotado, fácil de vencer. Pero Uf, un hombre que vivía para el deber, estaba listo.
Sintió la presencia del primer hombre antes de verlo. Lo olía: el sudor rancio, la furia y la desesperac