Capítulo 3: Un hijo ilegítimo

LIAM BLAKE

Con el teléfono aún en la mano, le pedí a mi chofer que se detuviera, quería comprender qué era lo que había escuchado. 

Desde hacía ocho años tenía a mi servicio a Idris, una mujer de mirada fría y cabello tan rojo como el fuego. Su belleza era sublime y única, jamás había visto una mujer tan encantadora, pero, sobre todo, que parecía poder distinguir muy bien entre el placer y el trabajo, eso era lo que necesitaba, una mujer que no le costara involucrar el corazón. 

Durante ocho años fue mi asistente, cumpliendo mis antojos y esperándome en la cama cada vez que regresaba de viaje. Cuando ella se embarazó de Oliver, no entró en pánico, habló con tanta calma y parsimonia que tomé las cosas con tranquilidad. Ella me pidió tener al niño y firmó un contrato donde aceptaba que en un futuro no haría uso de la criatura para chantajearme ni querer obtener un beneficio extra. Me sorprendió lo rápido que aceptó firmarlo. 

Después de tener al niño y tomarse la licencia de maternidad, regresó como la asistente profesional de siempre, sin decirme nada en absoluto del niño. Era como si jamás hubiera existido y lo agradecí, no necesitaba preocuparme por algo más. 

Últimamente el niño había estado enfermo, lo supe porque Idris me pedía salir más temprano o llegar al trabajo más tarde, pero no era capaz de decirme lo que ocurría y tampoco fui capaz de preguntar, sinceramente no era algo que me importara. 

Consideré a Idris la mujer perfecta por ser tan controlada y fría como yo, pero esa llamada me dejaba en claro que me había equivocado. 

—Necesito saber dónde está Idris… —le pedí a mi chofer que de inmediato asintió.

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—¡Es una suerte que haya llegado! —exclamó la enfermera con una alegría desagradable que solo me retorcía el estómago—. Lo llevaré al laboratorio para tomarle muestras y ver si es compatible con el niño.

—Quiero ver a Oliver antes… —pedí con seriedad, ignorando la sorpresa en el rostro de la enfermera.

—Claro, si… tiene razón, por aquí —contestó apenada y redirigió sus pasos. 

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Al asomarme a la habitación del niño, noté que Idris no se encontraba. El lugar estaba vacío y el niño estaba dormido, pero pude notar esas ojeras rodeando sus ojos. Era triste ver una criatura tan joven con suero en el brazo y ese semblante mortecino. 

No solía visitarlo y el niño no portaba mi apellido, ni siquiera sabía que había un parentesco entre él y yo y así era mejor. Para mí era un hijo ilegítimo y no me permitiría que el resto de mi familia se diera cuenta de que había permitido que una mujer que ni siquiera estaba casada conmigo tuviera un hijo mío. De hecho, estuve tentado a pagar para que algún doctor interrumpiera el embarazo de Idris.

Me acerqué lo suficiente para ver mejor sus rasgos y ese cabello negro como el mío, cuando entreabrió sus ojos, fue como verme cuando era niño. No podía negar mi paternidad, era mi viva imagen. 

—Señor Blake… —dijo en un susurro antes de volver a cerrar los ojos.

Tomé su pequeña mano entre mis dedos enguantados con piel y sentí un atisbo de tristeza por esta criatura. Salí de la habitación en busca de esa odiosa enfermera, estaba listo para someterme a las pruebas, pero aún no estaba muy seguro de si aceptaría ser su donador en caso de que fuéramos compatibles. 

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IDRIS DOYLE

Necesitaba aire, necesitaba pensar en lo que tenía que hacer. Veía el celular en mi mano y no me sentía suficientemente valiente para poder llamar a Liam y pedirle que viniera y se sometiera a las pruebas. ¿Qué haría si se negaba? ¿En verdad sería capaz de darle la espalda a su hijo? 

Estaba tan ansiosa que no me importó cuando las primeras gotas de lluvia se precipitaron hacia mí, ni siquiera cuando el frío arreció con fuerza. Estaba completamente empapada y no fue suficiente para pensar en otra cosa que no fuera mi bebé. 

No me di cuenta de que me había alejado un poco del hospital hasta que los faros de un auto me iluminaron, deslumbrándome y haciéndome retroceder. El vehículo se detuvo a mi lado y la puerta trasera se abrió. 

Perdí el color en cuanto reconocí a Liam saliendo del auto, dedicándome una mirada cargada de molestia. Estaba enojado, podría apostar que incluso furioso, aunque conservara ese gesto frío y contenido, sus ojos llameaban. 

Se acercó hasta plantarse delante de mí, obligándome a tragar saliva. Abrí la boca, pero no tenía nada que decir, la mente me había quedado en blanco. En ese momento se quitó el abrigo de los hombros y lo colocó sobre los míos, cobijándome con su calor y aroma. —Entra al auto —dijo con voz metálica y extendió su mano, señalando el asiento trasero. 

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Aunque el abrigo era cálido, no paraba de temblar por la ropa mojada. Me asomé por la ventana, pero no sabía a dónde nos dirigíamos, cuando volteé hacia Liam noté que estaba absorto, con la mirada clavada en su ventana. No parecía tener ganas de hablar, pero en cuanto abrí la boca, él se me adelantó. 

—Mi sangre no coincide con la de Oliver —dijo con frialdad, frustrando mis ganas de responder. 

Si su sangre tampoco servía, eso significaba que mi niño no tendría el trasplante que necesitaba. Mi corazón crujió y el dolor de mi alma migró a cada hueso y músculo. De pronto la idea de perderlo en cualquier momento me destrozó, me hizo pedazos. Mi bebé me necesitaba y no había forma de que pudiera salvarlo. 

Me desmoroné frente a Liam, sin importar si le agradaba o no, comencé a llorar. Me mostré como la humana con sentimientos que él nunca quiso a su lado, y me di cuenta de que se venían tiempos difíciles donde no podría controlar mis emociones y esconderlas de él, además… este era el momento donde esperaría algo más de su parte que solo apatía y repudio. Él no era la persona indicada con la cual enfrentarme a esto. 

—Supongo que… entonces esto se acabó… —dije con voz rota, limpiando mis ojos. 

—¿Cómo?

—Nunca fue mi intención tener a Oliver con el fin de descubrir si en verdad podrías sentir algo por alguien más que no fueras tú mismo —dije con tristeza, aunque en el fondo, tenía esperanzas—, pero ahora más que nunca necesito a mi lado a alguien con empatía, y no me siento capaz de seguir controlándome como lo he venido haciendo, ya no puedo seguir siendo ese robot que solo recibe órdenes.

»Lo mejor será que esto se acabe. Que esta relación retorcida y enferma llegue a su fin. Sé que podrás encontrar a alguien mejor para que sea tu amante.

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