Capítulo 5: El pasado que los une

LIAM BLAKE

Hacía ocho años había asistido a una fiesta de beneficencia para un orfanato de la ciudad, el único motivo que me llevó a presentarme era que habría una subasta y esperaba encontrarme con alguna pieza de arte que me convenciera, en su lugar me di cuenta de que la dueña del orfanato había hecho una jugada muy arriesgada. Juntó a todas las chicas que habían cumplido dieciocho años y por tanto ya no podrían seguir viviendo en sus instalaciones, y las ofreció. 

Se me hizo desagradable notar como los viejos ricos del lugar parecían interesados en la carne fresca y, con respecto a las víctimas, todas destilaban inocencia y miedo, no me imaginaba bajo qué mentiras las habían convencido de ser parte de esta venta de esclavas. 

Cuando estaba a punto de irme, me percaté de un manchón rojo que se movía entre la gente. Resaltaba de entre todos no solo por el intenso color de su cabello, sino que tenía unos hermosos ojos azules, fríos y penetrantes. A diferencia de todas las presentes, ella parecía altiva y orgullosa. Durante toda la noche no despegué mi mirada de ella y cuando la subasta empezó, no dudé en ofrecer una suma de dinero estúpidamente grande para que ella fuera mía. 

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté en cuanto me declararon ganador.

—Idris Doyle —contestó con la mirada fija en la nada. 

—¿Irlandesa? —volví a preguntar mientras la rodeaba, viendo sus atributos. Era una mujer preciosa, no lo podía negar. 

Después de unos días me di cuenta de que tenía un corazón tan frío como el mío, que seguía mis órdenes sin dudar y resolvía todo sin estar pidiendo ayuda, y no solo eso, cuando por fin probé su piel, cuando enredé mis dedos en sus cabellos y besé sus labios, me di cuenta de que era capaz de contener la pasión y el fuego en la habitación, sin necesidad de hablarlo fuera de la cama. 

Era por eso por lo que no podía creerle cuando argumentaba que se había enamorado de mí, estaba mintiendo. 

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IDRIS DOYLE

Había cometido un grave error al confesarme de esa forma. Por ocho años yo acepté lo que él deseara, creyendo que en algún momento cambiaría y me vería de otra forma. Que no sería siempre su juguete. Cuando me embaracé de Oliver, pensé que un niño lo haría darse cuenta de que hay más que solo negocios y placer, creí que nacería dentro de él la intención de conocerme más allá de la cama o el trabajo, pero me había equivocado. 

Ahora veía a Oliver en la cama y sabía que él era lo único hermoso que tendría de mi amor imposible por Liam. Estábamos solos y era consciente de que esperar que Liam cambiara por mí, había sido estúpido. 

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Inserté la tarjeta, dispuesta a pagar la semana de hospitalización que había pasado, presioné el NIP y ante mi sorpresa, la tarjeta fue rechazada. Lo intenté un par de veces hasta que la recepcionista, apenada, me insinuó que la cuenta no tenía fondos y debería encontrar otra forma de pago. 

Mientras revisaba la aplicación del banco en mi celular, la angustia se apoderó de mí. ¿Liam había decidido dejar de depositar dinero para el niño? Él había prometido hacerse cargo de lo que Oliver necesitara, ¿por qué había cambiado de decisión?

Sin pensarlo dos veces salí del hospital, llegando hasta el edificio de la empresa. Para mi sorpresa, nadie de seguridad me detuvo, por el contrario, me saludaron como si fuera un día normal de trabajo. 

Llegué hasta el último piso y me dirigí directamente a la oficina de Liam, mientras todos me criticaban en mi andar: «¿Ya viste cómo va vestida?», «Ni siquiera se maquilló o se peinó», «¿Dónde quedó la impecable asistente del señor Blake?». Hice oídos sordos y continué hasta abrir la puerta de la oficina, donde Liam parecía haberme estado esperando. 

—Ya era hora… —dijo sin levantar la mirada—. Necesito que llames a los proveedores y alquiles el salón de la otra vez donde se hará el lanzamiento del nuevo medicamento. 

Era como si para él no hubiera pasado ni un solo día desde que me fui. 

—¿Por qué dejaste de depositar dinero? 

—También necesitarás un vestido adecuado, será la fiesta de cumpleaños de mi abuelo y planeo llevarte. —Se levantó de su asiento y comenzó a caminar detrás de su escritorio, de un lado para otro, como un tiburón. 

—¡Liam! ¡Escúchame! —exclamé desesperada—. Necesito dinero para el hospital de Oliver, tú dijiste…

—Sé lo que dije —contestó con altanería, dejando sus papeles sobre el escritorio y andando hacia mí de esa manera tan intimidante—, pero ya que estás encaprichada con no volver, creí necesario darte una motivación para regresar a trabajar.

—Es tu hijo —dije en un susurro con los ojos llenos de lágrimas—. ¿En verdad estás usando su enfermedad para esto? ¿Por qué yo? ¡Puedes conseguirte cualquier otra mujer como tu ayudante! ¡Más de una estará feliz de servirte en la oficina y en la cama! 

—¿Eso quieres? ¿Qué te deje ir? ¿Qué te olvide? Si eso hago, ¿qué sentido tendría para mí seguir dándote dinero para ese niño?

—Ese niño… es tu hijo, no hables de él como si fuera ajeno a ti. —Me acerqué lo suficiente para ver sus ojos fríos y vacíos—. Sí, quiero que me dejes ir. Quiero que te olvides de mí. No quiero tener nada que ver con un hombre tan frío y cruel, con un monstruo.

—¿Para que me pediste aquella vez que te dejara tenerlo? —preguntó a mis espaldas, antes de que abriera la puerta y saliera de ahí—. ¿Qué pensabas conseguir? ¿Creíste en verdad que algo cambiaría en mí o solo querías una clase de mascota para no sentirte tan sola cuando lo nuestro terminara? 

Regresé sobre mis pasos, iracunda, y lo abofeteé. ¿Cómo podía comparar a su hijo con una mascota? ¡No era un maldito perro! 

—No voy a trabajar para ti, no regresaré aquí… Ya me cansé de visitar tu cama creyendo que alguna parte de ti me veía como algo más que un trozo de carne con el cual jugar por las noches. ¡Descuida! Ya encontraré cómo sobrevivir y sacar adelante a mi hijo sin ti. No te necesitamos. Yo no te necesito. 

Salí de su oficina sin esperar respuesta alguna. Llevé mi corazón roto y desangrándose entre mis manos, pero con la determinación de que lo iba a lograr.

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