Oriana Jones ha trabajado como secretaria de múltiples CEOS a lo largo de su vida, hasta que consiguió un trabajo fijo en donde permaneció durante cuatro años. Un día la despiden por haber rechazado acostarse con su jefe, este le quita todo lo que posee, su departamento, bienes, etc. La deja en la calle. Oriana se encuentra sola y desamparada, hasta que un desconocido encapuchado la encuentra y reconoce su rostro, este resulta ser el CEO más alabado del país, el jefe de los jefes, el hombre que está en el puesto número uno como el más importante y millonario de la ciudad. Jax Brown le da una nueva oportunidad a Oriana, le ofrece salir de las calles para que no se convierta en una vagabunda después de todo lo que ha logrado la mujer, a cambio tendrá que casarse con él. Pero los secretos que guardan verdades más profundas suelen disfrazarse con facilidad.
Leer más—¡Oriana Jones, te necesito en mi oficina ya mismo! —exclamó el señor Richard del otro lado de la línea.
Sostuve mi celular entre mi oreja y mi hombro porque mis manos estaban ocupadas con unas carpetas que debía entregar lo más pronto posible en la recepción, pero no me esperaba que mi jefe me solicitara después de haber rechazado tener intimidad con él el día anterior.
Jamás iba a caer tan bajo como para acostarme con un hombre casado, lo rechacé por el bien de ambos, y de su mujer, que era una esposa amable, cariñosa y fiel. Varias veces me topé con ella, su voz angelical siempre lograba envolverme, no iba a traicionarla de esa forma, le tenía mucho respeto porque gracias a ella conseguí el trabajo, si su mujer no hubiese estado presente en aquella entrevista, no habría logrado convencer a Richard de contratarme.
—Entregaré super rápido unos documentos en la recepción y subo de inmediato —respondí, caminando hacia mi destino.
—Apúrate, no tengo todo el día —Su voz salió impaciente.
Se notaba que estaba molesto por lo grave de su tono. Sin esperar alguna respuesta por mi parte me colgó. Suspiré, guardando el celular en mi escote porque las reglas de la empresa dictaban que las secretarias no podían utilizar jeans, lo único que estaba permitido eran las faldas de tubo, esas que son pegadas a la piel, resaltando los glúteos.
Encima llevaba puesta una camisa formal y con escote, me permitía guardar mi celular gracias al brasier. Caminé a pasos rápidos, mis tacones resonaban en la pulcra y fina cerámica del edificio. No tardé en llegar a la recepción, en donde una mujer de unos treinta años me esperaba, no sabía que habían cambiado a Martha, la recepcionista que veía a diario.
—Buenos días, ¿en qué puedo servirle? —habló en cuanto notó mi presencia.
—Oriana Jones, veo que eres nueva —Le extendí mi mano en un saludo que aceptó—. Traigo unos documentos importantes sobre la economía de la empresa, me gustaría que los revisara antes de mandárselo al hermano de Richard Collins —acaté, colocando las carpetas en el mesón.
La chica era una mujer castaña, de ojos verdosos y tenía su cabello atado en una cebolla, la hacía ver profesional, sobre todo el uniforme azul marino que llevaba cada recepcionista que contrataban. Tecleó unas cuantas letras en el computador antes de responderme.
—Recibido, muchas gracias —proclamó, regalándome una sonrisa forzada.
—¿No va a decirme su nombre? Si vamos a vernos a diario, me gustaría conocerla —dije.
—No creo que haga falta. El señor Richard tiene que decirle algo importante, ¿por qué no va a su oficina? —replicó, haciendo un ademán con la mano para que me fuera.
—Claro...
La miré con el ceño fruncido, asentí e hice una ligera reverencia antes de marcharme. Me preguntaba qué quería decirme Richard, tal vez me iba a regañar o algo por el estilo, mi piel estaba un poco erizada por los nervios, pero el problema es que hasta la recepcionista sabía sobre mí.
¿Acaso le molestó mi rechazo?
¿Iba a despedirme? Por algo la mujer no quiso presentarse.
Inhalé hondo en cuanto llegué al ascensor y presioné el botón que lo llamaba. Esperé, absorta en mis pensamientos, con una mano en la cintura. Saqué mi celular para verificar que no tuviera algún mensaje de él, apurándome. El pitido de la puerta del ascensor me hizo levantar el mentón y caminar hasta quedar dentro de la cabina.
No me di cuenta que alguien estaba saliendo y chocó conmigo, hombro con hombro, casi me tumbó el celular de las manos, por suerte fui más rápida y logré sostenerlo.
—¿Qué le pasa? —protesté, pero el hombre me ignoró y siguió su camino.
Iba con un suéter negro, no logré verle el rostro porque la capucha que tenía le ocultaba hasta el color de cabello. Se alejó sin pedir alguna disculpa, lo último que vi de él fue su ancha espalda y que llevaba las manos en los bolsillos. Las puertas metálicas se cerraron frente a mí. Gruñí antes de guardar de nuevo mi celular.
Me crucé de brazos, impaciente.
Cuando pude salir, caminé a pasos rápidos, ya se estaba haciendo costumbre, era un poco incómodo por los tacones, sentía que se me iban a salir los dedos. Toqué la puerta de madera que se encontraba en la oficina de Richard, encima había un letrero que decía su nombre.
—¡Pasa! —gritó desde adentro.
Abrí la puerta, el rechinido que hizo me alertó. Mis extremidades se movieron con cautela mientras me adentraba en el lugar, noté que el hombre escribía sobre su escritorio, en donde tenía una pila de papeles.
Carraspeé en cuanto llegué a su ubicación, mantuve una postura firme y sostuve ambas manos delante de mi vientre. El rubio levantó el mentón, con una ceja arqueada y dejó el lapicero de lado. Colocó ambas manos encima de su escritorio y las entrelazó en forma de puño.
—Siéntate —ordenó. Le hice caso sin protestar—. Dime, ¿sigues viviendo en el departamento que te conseguí?
¿A qué venía esa pregunta? Fruncí los labios, estaba preparada para responderle.
—Sí, señor.
—Ya te he dicho que puedes llamarme Richard, ¿o ni eso puedes hacer? Y eso que te he dado todo —aclaró, con fastidio en su expresión—. Mira, vas a tener que desalojar el departamento hoy mismo.
Mis manos empezaron a temblar un poco, pero aún así mantuve mi mirada fija en él para no demostrarle miedo. Richard me había conseguido el departamento en donde vivía, me dijo que era parte del pago por mi buen servicio como secretaria, pero me parecía un descaro que quisiera quitármelo si no tenía otro lugar a dónde ir. Mi padre no era una opción porque vivía en otro país.
—No puede hacer eso, sabe que no tengo ningún otro hogar, a parte para conseguir otro voy a tener que hacer un papeleo que me durará varios días antes de poder mudarme. ¿Al menos puede esperar antes de sacarme de allí? —pedí, colocando mi mano en el escritorio.
—No voy a esperar días, y puedo quitártelo cuando se me de la gana, eso y más porque soy dueño de lo que posees, sin mí no hubieses ganado tanto dinero, ni mucho menos haber conseguido un departamento. ¿Entiendes? —comentó, desafiante—. Ah, no creo que puedas rentar otro, también te informo que tu tarjeta será bloqueada. Espero que hayas sacado efectivo, o te irá mal en las calles.
—¡¿Qué?! —exclamé, levantándome de una, sin pensarlo y tirando la silla en donde estaba sentada.
—Siéntate, por favor, no soporto que hagas un alboroto —indicó, con una mano en su sien.
¿Cómo que me iba a bloquear la tarjeta? ¿Cómo tuvo acceso a eso? ¡Si era mi única fuente de dinero! Tenía mis ahorros de toda la vida ahí adentro, solo porque él mismo me ayudó a sacarla, no significaba que pudiera dejarme sin nada cuando le diera la gana.
—¡¿Está loco?! ¡Por lo menos me hubiera avisado antes para poder sacar efectivo y sobrevivir! —grité, frustrada y con los ojos abiertos.
Tomé de nuevo la silla, mi respiración salía entre cortada porque ese hombre me estaba quitando todo en un instante. ¿Qué más faltaba? ¿Que me dejara sin ropa? Lo fulminé con la mirada, esperando que terminara de decirme lo que tenía planeado para mí.
—Mira, no me importa lo que hagas con tu vida a partir de ahora, yo solo estoy tomando lo que por ley me pertenece, sabes que esa tarjeta te la saqué mediante el banco del que soy dueño, puedo hacer con ella lo que me de la gana si quiero —expresó, inclinando ambas cejas.
—¡¿Pero piensa dejarme sin nada o qué?! ¿Qué le hice? —cuestioné, exasperada, casi me ahogué con mi propio aliento.
—A mí nadie me rechaza, ¿entiendes? Te atreviste a desafiarme, a mí, Richard Collins, el CEO número cinco en el ranking mundial de los mejores jefes de empresas, los más millonarios, ¿sabes lo importante que soy para este jodido mundo? Mi dinero ha resuelto muchísimas vidas, así como también puede quitarlas. Soy como un Dios. Y te quitaré la vida que tenías por haberme humillado —explicó, con la mandíbula tensa.
Cerré mis puños por la impotencia de haber sido un simple peón desechable para ese hombre. Mis dientes estaban chocando y casi casi me rompí el interior del labio por la rabia.
—¿Todo esto porque no quise acostarme con usted? ¿En serio me va a quitar lo que tengo por una estupidez? Que poco hombre —pregunté, con la voz apagada, mirando al vacío.
—Exactamente, ya sabes que la próxima vez que tu jefe te pida lo mismo, hazlo si no quieres que te arrebate todo lo que te dio. Claro, eso solo si logras conseguir otro empleo después de este, porque te resultará difícil —dijo, echándose hacia atrás en el sillón.
—¿Cómo voy a comer? No puedes ser tan cruel para dejarme sin un centavo. Yo me gané todo ese dinero con esfuerzo, ¿lo va a tirar a la basura?
—Ese ya no es mi problema. Aun así, te recuerdo que el dinero que obtuviste fue gracias a mí.
—Dios no hace estas cosas. Él siempre ayuda a los más necesitados —mascullé, entre dientes.
—Pero yo soy otro tipo de Dios, uno real. Así que mueve el culo que no me quisiste dar y sal de mi oficina. Ya hablé suficiente contigo —aclaró, con los ojos llenos de oscuridad.
No podía creer lo que me estaba haciendo, quitarme todo lo que poseía, no dejarme acceder a mi dinero, lo que había ganado en tantos años de esfuerzo. Lo perdí en un momento por su culpa.
—Eres lo peor, Richard Collins, pensé que eras un buen hombre, pero veo que me equivoqué contigo—escupí, arrugando la boca.
—No eres la primera que me lo dice, Oriana Jones. Te deseo suerte de ahora en adelante. Yo también me equivoqué contigo, pensé que serias más inteligente —refutó, cruzándose de brazos.
—Algún día me la vas a pagar, te lo juro. Espero que te llegue el karma por todo lo malo que has hecho, Richard —lo amenacé, asesinándolo con la mirada.
—¿En serio crees que podrás vengarte de mí? Eres una simple secretaria, tu rango no te lo permite. Ahora, ve y desaloja el departamento, lo único que puedes llevarte son tus prendas, nada de muebles ¿De acuerdo? —pidió—. Ah, por si no te queda claro aún, estás despedida. Tienes tres horas para sacar tus trapos de allí y largarte lejos donde no pueda verte. Gracias.
No le respondí, me limité a matarlo mentalmente, pensaba lo peor de ese tipo. Estaba conteniendo las lagrimas que amenazaban con salir de mis cuencas, no sabía qué sería de mí después de perder tan buen trabajo como ese, ¿podía siquiera conseguir otro que me salvara de mi desgracia?
*Cuatro años y 9 meses después...* —¡Lilia, no corras tanto que te puedes caer! —exclamó una mujer castaña de ojos azules. Su hija estaba cumpliendo cuatro añitos y saltaba por doquier, era muy traviesa para su edad. Oriana en es momento pensó que salió igual de curiosa que su padre. Colocó una mano en su cintura, esperando que la pequeña le hiciera caso y dejara de correr por toda la sala. —¿Adivinen quién le trajo un regalo a alguien? —Rafael, el abuelo de la pequeña, apareció con una caja de regalo en sus manos. La niña se sorprendió y de inmediato corrió hacia los brazos de su abuelo para abrazarlo, lo adoraba. —¡Abuelo! —exclamó. —Papá, creo que la consientes mucho —alegó Oriana, negando con la cabeza. —Si tú no lo haces, lo haré yo —refutó el señor, cargando a la pequeña en sus brazos—. Uff, cada día pesa más. Además, es su cumpleaños —alentó. —¿Puedo abrirlo? —rio Lilia, sosteniendo la caja. —Por supuesto, pequeña. Lilia destapó el regalo con entusiasmo, se le hizo fác
—Cariño... No sabes el susto que me diste —habló Jax, besando mi mano.Estaba un poco aturdida por todos los acontecimientos que sucedieron en tan poco tiempo. Nunca me esperé que Richard fuera capaz de dispararme con un arma, fue un gran susto el que tuve cuando vi que la sangre salía de mí.Estaba un poco molesta porque arruinó la boda, pero al menos ya era la esposa legal de Jax, con eso me bastaba.—Seremos padres, Jax —comenté, comprimiendo una sonrisa—. ¿No te da miedo? Yo... No me lo esperaba, estoy nerviosa.Fue lo primero que me dijo el doctor en cuanto desperté, aparte de recordarme lo que me sucedió para comprobar que mi memoria no estuviera teniendo fallas.Yo recordaba todo tal cual, sin ver nada borroso, exceptuando lo que sucedió después de desmayarme.—Hey, sabes que lo haremos excelente —me animó—. ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?Su ceño estaba fruncido por la preocupación, era de esperarse. No me imaginaba cómo se sintieron mis seres queridos al saber que yo podía cor
Narrado por Jax:Haber visto al que una vez fue mi mejor socio interrumpiendo el día que tanto estaba esperando, me hizo hervir la sangre y recordar que todas aquellas noches de copas que tuve con él, en donde nos contábamos nuestras experiencias más vergonzosas, en donde confiábamos el uno al otro, se fueron al carajo.No supe en qué momento Richard cambió por completo. Dejó de ser aquél hombre humilde y sonriente, para volverse el villano en mi vida solo por una mujer. Me costó mucho haberlo expuesto ante la prensa cuando intentó abusar de Oriana, pero fue porque la rabia que me hizo sentir era inmensa.No iba a perdonarlo.Al final no resultó ser el buen hombre que creí que era en su momento...—¡Llévenselo! —le grité a los guardias, quienes ya tenían esposado a Richard.Él me veía con una sonrisa maliciosa porque logró darme en donde más me dolía. Dejó herida a Oriana, quien reposaba entre mis brazos, desmayada y sin dejar de sangrar. Si no me apuraba en llevarla al hospital, podr
Íbamos en el auto de Jayce de camino al lugar en donde se llevaría a cabo la ceremonia. Estaba con los vellos erizados por los nervios que seguía sintiendo, por suerte no volví a saber nada de Richard y no me hizo esa tercera llamada que mencionó en el pasado.Agradecía que ya no lo hubiésemos visto más, aunque su paradero era una total incógnita. Por suerte el vehículo era espacioso y cabíamos todos: Teresa, Jayce, Zoe, papá, Zack y yo.Amaba el top de mi vestido que tenia forma de corazón porque resaltaba mis pechos, aproveché de ponerme el velo porque me avisaron que faltaba poco para llegar al terreno.—¿Estás preparada? Nosotros saldremos primero, tú y tu padre se quedan hasta que Jayce les dé la señal ¿De acuerdo? Habrá una alfombra roja para cuando abran la puerta del auto —explicó Zoe en cuanto nos detuvimos.Ella estaba de copiloto, por lo que se tuvo que voltear hacia atrás en donde estábamos nosotros.—Te estaré esperando con los anillos, hermanita —me avisó Zack, sonriente
Estaba nerviosa, aunque supuse que eso le pasaba a todas cuando se iban a casar ya que se trataba de un momento importante en mi vida en donde me uniría legalmente a Jax.Él se había ido desde bien temprano en compañía de Pablo para terminar los preparativos, en ningún momento me dejaron participar, a menos que fueran en cosas mínimas como la decoración del lugarPor lo menos ya sabía que sería en un terreno alquilado por Jax que se trataba de un jardín adecuado para la ocasión. Estaba en mi habitación, hasta mi padre ya había llegado y entró todo nervioso, caminando de un lado a otro y mordiéndose la uña.—¿Dónde está tu dama de honor? Se supone que tiene que ayudar a arreglarte —indicó, nervioso—. No tienes ni el maquillaje, ni el peinado, nada. Y faltan cuatro horas para la ceremonia.—Cálmate, papá, ella ya viene en camino, me mandó un mensaje. Igual es rápida con eso —respondí, sonriendo.—Es que hoy es un día muy importante para ti, hija —alegó, acercándose para tomar mi mano—.
—¿Todo salió bien? —preguntó Jax.Estábamos acostados en la cama, ya era de noche y el día anterior tuve la mejor despedida de soltera que recordaría durante toda mi vida. Jamás iba a olvidar haberla pasado en grande junto a esos dos, aunque gracias a eso pasé casi el día entero durmiendo por la resaca.Sí, al final Zoe sacó alcohol de su nevera y nos volvimos un poco locos, contando las anécdotas más vergonzosas de nuestras vidas, en donde admití que nunca me habían hecho un oral, recordando la conversación de Pablo.—Fue genial, nos divertimos y hablamos de todo un poco. No pensé que una noche de chicas me vendría bien —murmuré, abrazando la almohada.Él estaba a mi lado, expectante y con su mejilla apoyada en su puño sobre la cama, mientras me miraba fijo con una sonrisa.—Bueno yo tuve que cargar con los tres borrachos, bebieron demás en el billar así que imagínate. Tanto fue la cosa que terminaron durmiéndose uno encima del otro en la parte trasera del auto —resopló Jax, con pesa
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