Mundo de ficçãoIniciar sessãoLeonardo
Había salido en los mejores periódicos del país. Las críticas hablaban de mis obras, de mis cuadros, de cómo mi talento había revolucionado el arte contemporáneo. Era elegido como uno de los mejores pintores del país, y eso había hecho que la empresa y el museo crecieran considerablemente. Acababa de terminar una exposición importante, y tras despedirme de los organizadores, me dispuse a salir del museo... aunque no pude hacerlo sin antes ser interceptado por la prensa.
Las cámaras destellaban frente a mí, y a mi lado estaba Angélica, sonriendo con ese aire de perfección que tanto encantaba a los periodistas.
—¡Valverde! —gritó uno de ellos—, ¿cuándo será la boda con esta preciosa modelo?
El micrófono se alzó frente a mí, y aunque quise rodar los ojos ante la pregunta, me limité a sonreír con frialdad. Puse una mano en la cintura de Angélica y miré al periodista directamente.
—Esas cosas no se dicen —respondí con tono cortante—Cuando llegue el momento, ustedes serán los primeros en saberlo. En primera plana, sin duda. "El gran Leonardo Valverde se casa con la modelo del año." Pero, por ahora, eviten hacer preguntas fuera de lugar.
Las risas nerviosas de algunos reporteros llenaron el ambiente. Angélica me miró con cierto reproche, pero guardó silencio. Subimos a la limusina en medio de los flashes.
—Pensé que hoy celebraríamos tu triunfo -dijo ella con voz suave—Podríamos ir a cenar, a disfrutar un poco.
—Lo siento, cariño —respondí sin mirarla—. Tengo demasiado trabajo. No tengo tiempo para esas cosas.
Ella bajó la mirada, asintiendo sin discutir. El chófer la dejó en su mansión, y luego continuamos hacia la mía. Apenas llegué, mi teléfono comenzó a sonar, era Marcos.
—Cortaste demasiado pronto — dijo su voz grave al otro lado—. Necesito verte ahora mismo. ¿Podemos hablar?
—Claro —respondí mientras subía las escaleras—. Dime dónde nos encontramos.
—Te tengo noticias dulces, Leonardo. Muy dulces que te vas a sorprender.
Sonreí con ironía.
—Bien, bien... vamos a ver qué tan sorprendido voy a quedar.
***
Terminé de arreglarme, metí la billetera en el saco y salí rumbo al restaurante de siempre, un lugar que prefiero cuando necesito privacidad porque. Siento que el ya tiene noticias de esa mujer y lo admiro.
Marcos, él no es solo un simple amigo, es el hombre más leal que conozco, el confidente con el que puedo hablar y desahogar como si fuera un hermano. De hecho, después de la muerte de mi padre fue él quien se aseguró de que no me quedara solo. Aunque dirige una agencia de seguridad y trabaja encubierto para el FBI, su lealtad hacia mí siempre ha sido inquebrantable. Sé que todo lo que hace, lo hace pensando en mi bienestar, aun que a veces me sorprende. Lo contrate para que me cuidara el trasero, tengo enemigos, aquellos que mataron a mi padre, aún siguen libres, desde entonces el esta a mi lado.
Antes de salir terminé de dar las últimas instrucciones a María y le pregunté por mi hermana. Me dijo que estaba en el salón escuchando música y bailando; ya había cenado y, según ella, eso era lo importante. No me quedé del todo tranquilo, pero no quise insistir más.
Subí al coche y conduje con la radio en un volumen bajo; una canción romántica se filtraba por los altavoces mientras mis pensamientos giraban en torno a la traición que había sufrido mi hermano. Esperaba, con una mezcla de ansiedad y rabia contenida, que Marcos hubiera encontrado alguna pista sobre la traidora. Mi plan —lo admito sin orgullo—era hacer todo lo necesario para destruir a quien le hizo tanto daño, para que sintiera lo miserable que fue Andrés.
Llegué al restaurante media hora después. Aparqué en la entrada y entré con paso tranquilo; al verme, Marcos se levantó y me saludó con su habitual formalidad.
—Buenas noches, señor Leonardo — saludó él.
Sonreí con ironía y le contesté.
—Eres muy extraño.
Él ladeó la cabeza, curioso.
—¿Por qué lo dice? —preguntó.
—Porque cuando hablamos por teléfono eres directo, familiar... y cuando estamos cara a cara te diriges a mí con esa formalidad que no va contigo. —Me crucé de brazos— Siempre te he visto como un hermano desde que éramos jóvenes. A veces me molesta que me llames "señor". Llamame como quieras, pero no me trates como a un cliente.
Marcos sonrió a medias, resignado.
—Está bien Leonardo —aceptó y luego continuó —Bueno, ya se logro mandar toda la información de tu hermano en este móvil, se jaqueo la cuenta. Hay muchas cosas en él, mensajes, fotos —hizo una pausa—. Hay conversaciones que podrían incomodarte, pero lo otro es más sorprendente. — aseguró enseñándome la carpeta en sus manos —¿Cual deseas ver primero, el movil o la carpeta?
Mi pecho se apretó. Le pedí el móvil primero pensarlo.
—Déjame ver lo del móvil primero.
Me entregó el teléfono, al sostenerlo sentí la misma mezcla de curiosidad y presagio que me acompaña desde que supe lo que pasaba. Empecé a revisar los mensajes, las imágenes. Mientras lo hacía, Marcos se quedó a mi lado, observando con esa calma letal que lo caracteriza, el que sabe manejar información y vidas. Yo, en cambio, sentía la sangre hervir. Sabía que lo que descubriéramos allí podía cambiarlo todo







