7. La encontré

Leonardo 

Sustuvo el teléfono con las manos temblando, y las palabras en la pantalla eran un corte tras otro. Leía los mensajes que mi hermano le había enviado a esa mujer y luego sus respuestas —frías, cortantes, llenas de desprecio—y no podía creer que alguien hablara así. Ella le decía que no lo necesitaba, que era un "marica", que solo se había enamorado de ella por error; cuando él juró que daría la vida por ella, ella respondió.

"Haz lo que quieras, muérete lejos de mí. No me hagas llorar pidiendo. Pudrete, no me interesas para nada." Sentí rabia. Golpeé la mesa sin pensar; el ruido me devolvió a un espacio vacío y helado.

Abrí la galería de fotos. La mayoría mostraba el cuerpo de la mujer, una piel pálida, cabello rubio y un lunar extraño en el hombro. No se veía bien el rostro, pero su desnudez estaba ahí, provocadora y sin pudor. La miré como si pudiera arrancarle la máscara con la mirada.

"Miki" Esa era la forma en que ella lo llamaba-. ¿Por qué le decía así? Seguí leyendo y mi estómago se replegó. Ella lo humillaba sin piedad.

"Se nota que eres un pobretón que no me prometió lujos y no me Los diste. Pensé que eras un hombre con dinero, pero lo poco que me dabas me servía para comprar mis joyas y salir a bailar con quien quisiera. Eres un don nadie. Nunca me has dicho de dónde vienes ni qué familia tienes; ¿crees que soy estúpida para estar con alguien como tú?"

Mi hermano le respondió que la amaba, que la necesitaba, que no podía vivir sin ella.

"Algún día sabrás de mí"

Él decía que no estaba preparado para revelar quién era, pero que lo intentaría. Ella no quiso escuchar. Al final le soltó. "Eres un miserable, pudrete o mejor desaparece de una vez de mi vida... pensé que eras de dinero pero solo lo insinuante con lo que me diste ilusinandome para llevarme a la cama... mejor muerte". Y después de ese mensaje él dejó de escribir. Fue el último mensaje antes de que todo se derrumbara, antes del día en que él se lanzó al vacío y murió.

No entiendo cómo alguien puede empujar así a otra persona. ¿Qué valor tenía esa mujer para jugar con sus sentimientos y luego desecharlo como si nada? Pense que ella sabia que el tenia dinero. Pasé por más imágenes, tratando de encontrar una pista, una prueba, algo que justificara su crueldad, pero no encontré nada más que provocación y desprecio. Guardé el móvil como si quemara, incapaz de seguir mirando.

Marcos, que estaba a mi lado, notó que me había quedado en blanco y me pasó un vaso de agua. Lo tomé de un sorbo, intentando ordenar la locura que me consumía. La rabia me bullía en la garganta; no solo por lo que le hicieron a mi hermano, sino por la manera en que lo destruyeron desde la indiferencia y el desprecio. Juré en voz baja que esa desvergonzada pagaría, no con palabras, con la misma intensidad con la que rompió una vida. Las deudas con sangre, se pagan de la misma forma. No sé cómo, ni cuándo, sucederá, pero tengo la certeza no quedaría impune.

Cuando por fin logré calmarme, noté que Marcos sostenía la carpeta entre las manos. Su mirada decía que lo que traía iba a cambiarlo todo. Abrí los ojos; mi pulso se aceleró. Él me la tendió sin prisa. 

—Sé que esto es una gran sorpresa—dijo, con esa voz tan suya que mezcla cautela y urgencia.

Al abrir las hojas vi la foto, una mujer con antifaz, abrazada a mí la noche en que... Mi garganta se cerró. No quería creerlo, pero las imágenes no mentían.

—¿Estás diciendo que esta mujer con antifaz con la que me acosté es la misma mujer que estamos buscando? ¡La que insito a mi hermano suicidarse!—grité, sintiendo que me desfiguraba el rostro por dentro.

—Esa misma es, señor —respondió Marcos—. Conseguí información. Se llama Zaira Mendoza, aunque en el ambiente le ponen otro nombre. «La hechicera bailarina» 

La frase cayó sobre mí como una bofetada. No podía ser verdad. Me revolvía de rabia y de vergüenza, me había acostado con la mujer que tanto odiaba, la que, en algún retorcido giro del destino, por su culpa mi hermano esta muerto. Ahora me odiaba a mí mismo por haberme dejado llevar.

—Lamento que esto lo sorprenda —continuó Marcos, bajando la voz—. Ella renunció hace más de tres días al club; la bartender me dio datos a cambio de dinero. Dicen que está embarazada. No recuerda con quién se acostó, pero la chica del bar afirma que usted es con usted con quien salió. Y efectivamente es así.

Aquello me dejó helado. ¿Estaba embarazada de mí? ¿O de Andrés? La idea me taladraba la cabeza. Marcos añadió que la madre de la joven está enferma y que la familia está en la miseria; tiene un niño que necesita alimentarse y por eso ella trabajaba como bailarina, eso fue lo me comentó la bartender. No le digo que el bebé sea suyo Leonardo —me aclaró—, pero sí que hay posibilidades. Ella estaba drogada y usted borracho cuando accedió a llevársela al autohotel.

Ahora que lo recuerdo, la foto de la mujer desnuda, que vi hace rato, se ve un lunar en forma de media luna en la espalda de la mujer; la misma marca la tenia esa mujer cuando desperté temprano aquella mañana.

Recordé la noche con una mezcla de borrosidad y fragmentos punzantes; ahora la culpa me mordía sin piedad. Me veía a mí mismo como el más estúpido de los hombres, fui un idiota.

—Tenemos que atraparla — espete impulsivamente— No puedo quedarme así.

Marcos fue más mesurado.

—Hay que actuar con cautela. Si ese hijo es suyo o del joven Andrés, debemos descubrirlo sin alertarla.

—Esta misma noche, debemos ir a buscarla. — repliqué con furia.

—Yo no le diré que la busqué por ser la causante de la muerte de su hermano, debe actuar de otra manera para poder atraparla.

Lo miré, tratando de ordenar el caos dentro de mí. La rabia pedía venganza, pero debía ser con prudencia. 

—Leonardo, debes pensar bien, que deberías de hacer antes de empezar con tu plan de venganza.

Asentí, sintiendo que la decisión estaba tomada, haríamos esto con cabeza. Iba ir a buscarla, primero, debía saber la verdad. Después, podría decidir qué sentía, odio, venganza y deseos de hacerla sufrir de la peor manera.

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