ASTRID
Desperté con el corazón hecho un nudo, como si alguien me hubiese arrancado algo vital durante la noche. El aire se sentía espeso en mi garganta, y las sábanas, aunque aún tibias, parecían frías. No tardó ni un segundo en llegar el recuerdo.
Antony.
Mi hijo.
Mi niño.
Se lo llevaron.
—No… —susurré, incorporándome de golpe. La habitación se me hizo pequeña, los muros se cerraban. El pánico se arrastraba como una bestia por mi pecho.
Me levanté tambaleándome. Tenía la garganta seca y las piernas flojas, pero no iba a quedarme acostada. No ahora. No después de lo que pasó. Tenía que encontrar a Magnus, exigirle respuestas. Las imágenes eran confusas, pero supe bien lo que vi: Ingrid, mi tía. Y Antony en sus brazos. Su voz aún resonaba en mi mente, tan clara como si me hablara en ese instante.
"Él no es tu hijo, Astrid. Es de Magnus y Sigrid."
Una mentira. Tenía que ser una maldita mentira… ¿no?
Caminé hasta la ventana, descorrí la cortina de golpe y busqué con la mirada, con una