EUNICE
Me quedé quieta, como si mis pies se hubieran fusionado con la tierra. Frente a mí, Lucian se mantenía en silencio, los ojos clavados en el horizonte. Su figura, ahora más adulta y serena, no lograba ocultar la sombra de dolor que lo envolvía.
Di un paso hacia él, el corazón me latía con fuerza. Años lo había buscado, años llorando su ausencia. Cuando estuve lo suficientemente cerca, levanté la mano y acaricié su rostro con suavidad. Su piel era cálida, y esa cercanía me devolvió por un instante al pasado.
—Te extrañé tanto, Lucian… —susurré con voz entrecortada—. Anhelaba este momento, verte con vida, saber que estás bien.
Él me miró con una mezcla de emociones, pero bajó la cabeza, incapaz de sostener mi mirada.
—No merezco tu aprecio, Astrid —murmuró con la voz ronca—. Te fallé. Fui débil. Permití que Naia me dominara. Herí a quienes más me amaban… te decepcioné como hijo.
Mi corazón se rompió al escucharlo, ver en sus ojos la culpa que lo atormentaba.
—No, Lucian. —Tomé su