RONAN
El humo lo cubrió todo.
Espeso, denso, maldito. Como una sombra viva que se aferraba a mis sentidos, nublándome la vista, la nariz, el alma.
Lucian.
Ya no escuchaba su voz.
El eco de su grito se apagó como una vela en la tormenta, y eso me arrancó el aliento más brutal que jamás he sentido.
Intenté avanzar entre la neblina, me lancé con garras abiertas, colmillos al aire, pero era como correr dentro de una pesadilla. Cada paso me alejaba más de él. Cada zancada era inútil.
Cuando la nube se disipó, cuando el viento por fin arrastró el humo hacia lo alto de los árboles, supe la verdad.
No estaban.
Lucian ya no estaba.
Me quedé quieto, mi lobo jadeando, mis patas clavadas en la tierra como si pudiera hundirme en ella y desaparecer. Lo había perdido.
Mi hijo.
Sentí la rabia nacer en mi pecho, como fuego líquido.
Sabía dónde lo habían llevado.
Sabía quién había ordenado esto.
Naia.
No me importó si había más enemigos cerca. Me lancé a correr, como un rayo de oscuridad entre los árb