ASTRID
La madrugada era una neblina densa entre los árboles.
El cielo apenas se había aclarado, y el bosque despertaba con el canto tímido de los pájaros.
Pero en el interior del auto, todo era silencio… salvo el ronroneo suave del motor y la respiración acompasada de Lucian, que dormitaba recostado sobre mi hombro.
Elliot iba al volante, atento, sin apartar la vista del camino.Detrás de nosotros, otro vehículo seguía de cerca, transportando a Rambo, su esposa y dos betas más.
Y más atrás —aunque fuera de nuestra vista—, Ronan se movía con otros guerreros entre la maleza, como un depredador oculto entre sombras.
Sabíamos que no podíamos confiarnos.
Sabíamos que Naia estaba cerca… demasiado cerca y no estábamos dispuestos a entregarle a Lucian.
Lucian se removió, parpadeando con pesadez mientras se desperezaba con un bostezo.
—¿A dónde vamos, Astrid? —preguntó con esa voz ronca de cuando recién despierta.
—¿Por qué salimos tan temprano?
Le acaricié el cabello suavemente y le sonreí.