CAPÍTULO 31

ASTRID

Lucian reía con fuerza mientras corría alrededor del claro, esquivando ramas y tratando de tocar la melena dorada de Akmar, que lo miraba con aire divertido. Eunice caminaba a mi lado, con las manos en la cintura, observando la escena como una maestra satisfecha.

—¿Ves? No es tan complicado. Solo tienes que dominar la intención —me dijo con una sonrisa ladina, mientras me ofrecía un pedazo de carne cruda envuelto en lino—. Es lo que controla la energía que el león siente. Él no te ve como enemiga… pero aún no te ve como alfa.

—Eso es justo lo que quiero cambiar —respondí, tomando el trozo y levantando el brazo para que Akmar lo oliera desde lejos—. Vamos, chico. Aquí estoy.

Akmar giró la cabeza lentamente. Era hermoso, imponente. Sus ojos tenían el mismo brillo dorado que los de Ronan cuando se enfurecía, y por un segundo, sentí que una conexión se creaba. Dio dos pasos hacia mí.

Pero entonces, Lucian apareció por su costado, corriendo como si nada.

—¡Lo atrapé! —gritó, riendo
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