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Capítulo 2. El Olor

NAIN.

—Nunca lo olvidé, Deka… Es el mismo olor que tenía papá cuando murió.

“—Entonces eso significa que el mismo que mató a papá está detrás del ataque.

—No solo de este ataque, Deka. Estoy segura de que está detrás de todos. Sea quien sea, vamos a dar con él y vamos a acabar con su vida. No importa de qué especie sea. Los voy a aniquilar.

“—Los vamos a aniquilar.

—Alfa, ¿qué sucede?

—Nada —Voy a mantener esto en secreto hasta tener algo en concreto.

Tal vez tenga a alguien ayudándole desde dentro. Sé que entre mi propia gente hay quienes no me aceptan como su Alfa. Por eso no voy a echarme atrás; voy a luchar por mi gente hasta el final.

Sigo el olor hasta que lo pierdo. Tal vez subió a algún auto. Lo único que se percibe ahora es el olor a diésel… Tal vez sea de los vehículos de los guerreros.

Terminamos de revisar todo el perímetro y regresamos al mismo lugar donde comenzamos.

—Será mejor que regresen a sus puestos. Excepto ustedes dos.

—¿Puedo ir, Alfa?

—No, Edril. Te necesito en la manada. Quiero que estés atento a mi tío. Entreténlo hasta que yo llegue... si es que llega.

—Sí, Alfa.

—Vengan —les ordeno a dos de los centinelas.

Subo al auto y ellos también. Quiero ver de dónde vienen las marcas de los neumáticos.

Conduzco hasta la salida del extremo sur. Casi nadie usa este camino.

A lo lejos, veo las huellas de neumáticos. Sigo el rastro; la hierba está aplastada por las llantas. Sigo su rastro hasta salir a la calle principal, pero se pierde. No sé hacia dónde tomaron. Los olores se mezclan por el paso constante de vehículos.

—Regresemos. No encontraremos nada aquí.

—¿Podría decirnos qué busca, Alfa?

—Un rastro... pero lo perdí. ¿Crees que aún conserven la ropa de los cuerpos que encontraron en los extremos?

—Tal vez no, Alfa. Esos cuerpos fueron quemados.

—¿Quién dio esa orden?

—No sé, Alfa… tal vez su tío —gruñó.

Voy a tener que hablar con él para que deje de tomar atribuciones que no le corresponden.

Subimos al auto y regreso a la manada. Tengo asuntos de la empresa que atender. Los embarques no esperan a nadie, y tengo muchos documentos por firmar y entregar.

Manejar una empresa naviera no es fácil, pero gracias a la Diosa, papá me enseñó desde los diez años. Si les contara la cantidad de profesores que tuve para aprender de todo… Pero todo ese tiempo valió la pena. Aunque en aquel entonces me parecía innecesario aprender tantos números, idiomas y cómo tratar con las personas, pensaba que papá estaría conmigo toda la vida.

No fui una hija rebelde, pero quería ser como mis compañeras. No digo amigas, porque nunca consideré a nadie como tal. Solo me trataban por ser la hija del Alfa.

En fin… ya no los aburro con mi pasado. Bajo del auto y entro a la casona.

—Su tío aún no ha llegado, Alfa.

—Mucho mejor. Ven, te necesito. Dentro de tres días tengo que partir a la ciudad, y tú tendrás que venir conmigo.

—¿Y la manada?

—Descuida. Iremos y regresaremos.

Entramos al despacho y nos sumergimos en papeles. Paso todo el día entre ellos. Comí solo porque mamá Nana trajo la comida al despacho; de lo contrario, ni eso habría hecho.

Pasadas las cinco de la tarde, Edril se despide y yo decido que es suficiente. Tengo que dar otro recorrido por la manada. Aún mi tío no llega; lo más seguro es que llegue a medianoche. Según él, lo invitó el Alfa del Sur.

Ese Alfa… es un engreído y un malnacido. Lo detesto, como sé que él me detesta a mí.

Salgo del despacho y doy mi recorrido. En el camino saludo a todos, en especial a los ancianos y a los niños. Visito el albergue de refugiados, esos a quienes todos llaman pícaros. Me adentro en el lugar donde residen temporalmente, pues pronto tendrán sus propias cabañas.

—Alfa, muchas gracias por todo —me dice una de las ancianas.

—No hay de qué. Podrán contar conmigo cuando lo necesiten. En un mes tendrán sus cabañas listas para ser habitadas.

—Usted es una gran Alfa. Solo quisiera pedirle que se cuide. Alguien quiere hacerle daño.

—Gracias. Siempre ando con un ojo atrás y otro adelante, Leila.

—Ahora es cuando más debe cuidarse. Ellos saben que usted ha demostrado ser una mujer digna de ser la Alfa y guía de Blades Moon —la miro con curiosidad—. Cuídese mucho, Alfa Naín.

—Lo haré, lo prometo.

Saludo a todos y, después de compartir la cena con ellos, termino mi recorrido. Regreso a casa, subo a mi habitación, me ducho y luego respondo algunos correos de clientes. A veces se presentan contratiempos, pero es algo que escapa de mis manos.

Cuando mi cuerpo ya no puede más, dejo todo y me acuesto a dormir.

⚜️⚜️

Día siguiente

Todo amanece normal hoy. Siempre es así: ocurre un ataque, y luego todo vuelve a la calma como si nada hubiera pasado.

Después de revisar todo en la manada, regreso a casa, me ducho, me visto y bajo a desayunar. Luego me encierro en el despacho y me sumerjo en papeles.

Un olor muy familiar se hace presente. Aquí viene con alguna noticia…

—Buenos días. ¿Cómo amaneció mi hermosa sobrina hoy? —Levanto la vista.

—Estoy ocupada. ¿Qué quieres?

—¿Así le hablas a tu tío?

—¿Qué noticias traes hoy?

—Supe del ataque… ¿Estás bien? ¿No te hirieron?

—No. Estoy sana y salva. No podrán derrocarme, si eso es lo que buscan. Quieren pelea… van a tener que hacer mucho más que ataques inútiles.

—Te tengo una propuesta, Naín —frunzo el ceño.

—¿Propuesta, tío Hannibal? No creo que una propuesta sea la solución para estos ataques.

—No, Naín. Piénsalo. ¿Qué tal si te casas con uno de los Alfas más fuertes? Él podría proteger esta manada.

—¿¡Casarme con un Alfa!? Estás loco. Por la Diosa… ¿en qué mundo vives? Eso no ayudará en nada.

—Sí lo haría. Un hombre al frente de Blades Moon sería la solución. Siempre estaremos en el ojo de la tormenta porque eres una mujer. Pero si unes fuerzas con un hombre influyente, podrías tener paz —sonríe.

—“Así que tu gran idea” —hago comillas con los dedos— es que un hombre es la solución. ¿Y que los ataques son porque nadie quiere que una mujer lidere una manada? ¿De verdad crees eso? —Asiente.

—¿Sabes qué? Vete al infierno, Hannibal. Esa “solución” es tan estúpida… No voy a casarme con nadie, y menos por ataques o por lo que piense el resto. Métete eso en la cabeza. Ahora sal de aquí.

—Pero, Naín, piénsalo bien. Hay varios Alfas dispuestos a unirse a ti. A ellos no les importa si eres su mate… —Lo miro fijamente. Mis garras y colmillos se manifiestan.

—¿¡Qué no entiendes!? ¡Vete! —le grito.

—Lo hablaremos cuando estés calmada. —Lo ignoro y sigo con mis cosas...

⚜️⚜️

Han pasado dos días y mi tío, que según él quiere lo mejor para mí, no deja de insistir con el tema de casarme con algún Alfa. Estoy harta. No quiero unir mi vida a nadie… a menos que sea mi verdadero mate, y aún no lo he encontrado.

Mejor dejo ese tema. No quiero alterar a Deka. A ella tampoco le gusta esa idea.

Hoy tengo que revisar embarques en la naviera y algunos contenedores. No me gusta mandar mercancía a otros países que contenga cosas ilícitas. Por eso Naviera Blondel es tan reconocida en todos los países que usan nuestros servicios.

Me visto, me peino y me maquillo para ir al puerto. Después de mirarme en el espejo, bajo, me despido de Nana y salgo. Edril ya está en la puerta, tan puntual como siempre. Le lanzo las llaves y las atrapa.

—Serás mi conductor designado —paso a su lado, abro la puerta del copiloto y subo. Edril pone el auto en marcha...

Dos horas después, aparca en el estacionamiento del edificio de oficinas. Vamos a la parte trasera, donde están los contenedores y los buques de carga. Soy dueña de más de doscientos buques, sin contar los barcos de turismo… o cruceros.

—Buenos días, señorita Blondel.

—Buenos días, Claudia —camino hacia los trabajadores y los saludo.

Miro mi reloj.

—Bueno… empecemos —digo.

Camino hacia uno de los contenedores y comienzo a olfatear, buscando cualquier olor fuera de lugar.

El primer contenedor está limpio, así que doy la orden de que lo muevan al buque correspondiente.

Pasadas las once de la mañana, ya hemos revisado varios. Me meto en uno más antes de ir a almorzar. Comienzo a olfatear… hasta que me llega ese olor peculiar desde una de las cajas. Hay algo que hace un pitido.

Convierto mis manos en garras y comienzo a destrozar el cobertor de las cajas.

El pitido se intensifica. Me empiezo a desesperar. ¿Por qué esta caja tiene tanto cobertor?

El pitido se vuelve incesante, cada vez más fuerte… hasta que se convierte en uno largo. Entonces, una chispa sale de la última caja… y da paso al fuego.

Salgo volando por la explosión. Me lanza unos cinco metros, tal vez más. Mi cuerpo impacta contra la pared metálica.

Lo poco que logro ver… es el fuego cubriendo todo dentro del contenedor.

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