Adara estaba perdida, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Después de la pesadilla del intento de secuestro, su mente no dejaba de dar vueltas. La tensión la invadía por completo, y no lograba encontrar el rumbo. Su auto avanzaba por la autopista central sin una dirección clara. Los recuerdos de los hombres que habían intentado atacarla, la enorme bestia que apareció de la nada y la liberó sin hacerle daño, todo eso seguía presente en su mente.
El miedo no se iba, al contrario, se intensificaba. Aunque la criatura había evitado dañarla, la sensación de estar completamente a merced de algo que no podía comprender, la aterrorizaba.
«¿Por qué me dejó ir? ¿Qué era esa cosa?», se preguntaba sintiendo tensión en todo su cuerpo. Nada de lo que sabía tenía lógica con lo que acababa de vivir. Todo lo que sabía era que era una amenaza, y ese pensamiento la paralizaba.
El volante entre sus manos comenzó a temblar. En ese momento, no pudo más. Detuvo el coche en seco, con las luces