Caminó hacia la ventana. La luz del sol se proyectaba con fuerza en el césped del jardín, pero el miedo que seguía anidado en su pecho le hacía sentir en medio de la oscuridad. Mientras observaba el jardín, su mente se llenaba de preguntas sin respuestas.
«¿Cómo podré cumplir con lo que se espera de mí? ¿Cómo puedo enfrentar esa carga, ese poder, sin destruirlo todo en el proceso?», estaba en un sufrimiento silente.
«No debes temer, Vladislav será tu compañero, él siempre sabe qué hacer. Sabe pelear batallas», le dijo Jazz, su loba.
Estaba tan sumergida en todo lo sucedido que la había olvidado.
«Yo no estaría tan segura», le respondió Adara. «Él me está odiando, y lo peor de todo es que desconozco la razón».
«No te adelantes, solo está confundido, ya vendrá a ti», respondió la loba y luego volvió a su silencio, ese que le había dado el espacio a Adara para ver y comprender su deber.
El sonido de la puerta se abrió detrás de ella, y Adara se giró rápidamente. Como si Jazz lo hubiera i