El sonido del teléfono vibró en la mesa de Irina, interrumpiendo su concentración en sus ejercicios de calentamiento para comenzar su rutina diaria de todas las mañanas. Miró la pantalla, y vio el nombre de Christian parpadeando en la llamada entrante. Frunció el ceño antes de contestar, ya sabiendo que no traía buenas noticias.
—Irina, necesito verte —dijo Christian al otro lado de la línea en un tono de voz tan fría y calculadora como siempre. Ese tono no dejaba lugar a dudas, era una orden, no una petición.
—No tengo tiempo para verte, Christian. Sabes que mis prioridades están claras. Estoy ocupada con mis propios asuntos, y no voy a perder tiempo en tus juegos. —respondió Irina con voz firme, pero con una ligera tensión que se había estado acumulando en los últimos días—. No tengo apoyo de tu parte, y sin embargo esperas que haga lo que deseas.
Hubo una pausa del otro lado de la línea, y cuando Christian respondió, su voz se tornó más peligrosa, más cargada de amenaza.
—No te hag